-A propósito de este monumento a Aylwin, ¿cuál es su principal legado y qué luces entrega sobre el presente?
-Lo más obvio es el papel que jugó en el proceso de sanación de las heridas que había dejado el Golpe de Estado. Y digo sanación porque las primeras decisiones fueron en esa línea. Acordémonos de la comisión Rettig, que ayudó a poner los marcos del debate sobre derechos humanos, que hasta ese momento no tenía.
Y yo creo que él respondió bien a la sensación de la gente de que este era un país que había pasado por una división muy severa, con mucho dolores y llevaba muchos años de confrontación y necesitaba un periodo de cierta paz.. Y es por eso que los ministros más cercanos lo llamaban “el justo y bueno”.
-También era una figura llena de simbolismo, porque él había sido parte de la Democracia Cristiana que no logró llegar a acuerdos con Allende. Entonces había una carga personal, histórica, importante.
-Es verdad, pero como la DC se divide en grupos y subgrupos, lo que hay que tener claro, como dices, es que Aylwin estaba en el grupo más contrario a Allende. Y por eso mismo se podría interpretar como alguien más cercano al golpe, pero fue el único, y un par de dirigentes más, que dialogó realmente con el gobierno de Allende hasta el final, cosa que no quiso hacer Frei Montalva.
Fíjate que me parece mucho más significativo el hecho de que el país percibía que venía alguien con experiencia, con conocimiento y experiencia, alguien que no venía a ensayar nada. Eso fue muy importante en ese momento. Había una sensación amplia de que era un hombre mayor y que tenía un largo recorrido, que sabía cómo se hacen las cosas y por lo tanto no iba a dar sorpresas.
-Y le tocaron cuatro años que fueron bien intensos, complejos; por ejemplo, en la relación con los militares, que aún mantenían grados de poder relevantes.
-No fue fácil, para nada, pero en los momentos más críticos sacaba a relucir que era un presidente consciente de su lugar. La sensación de que dominaba las cosas, no porque fuera tramposo o más pillo o más malo, sino porque tenía experiencia.
Particularmente eso fue muy notorio en el “boinazo”. Fue un momento en que él estaba fuera de Chile. Aylwin mantuvo la serenidad y las certezas que solo podía tener alguien experimentado. Un muchacho no habría logrado actuar con la tranquilidad con la que él lo hizo.
-Hay un poco de mitología al respecto, pero ¿cómo se llevaba personalmente con Pinochet? ¿Lo detestaba?
-No creo. También en eso era un político muy racional. Sabía que tenía que entenderse con él. Antes de asumir, fue la última vez que le dijo que quería que se retirara del Ejército. Pero una vez que asumió nunca más le mencionó el tema, porque habría ido contra la Constitución. En eso era muy apegado al punto del derecho. Recuerda que era profesor de derecho administrativo. En materia del manejo del Estado probablemente era de los que más sabía.
-¿Era un político muy hábil, talentoso, que logró ser candidato de la transición dejando en el camino a muchos rivales? ¿Tenía muñeca, como se dice?
-Sí, yo creo que era hábil, sin duda, pero sobre todo un tipo experimentado: ese era el centro de su capital político.
-¿Qué lecciones deja para lo que está pasando ahora en Chile, sobre todo respecto al valor de la experiencia? Para algunos críticos, Boric no tiene ese nivel de contundencia política.
-O sea, es evidente que no la tiene Es una de sus debilidades la falta de experiencia. Yo diría que es la principal, en contraste con Aylwin. Pero nadie tiene toda la experiencia de inmediato. Siempre a la falta de experiencia hay que sumarle la dosis necesaria de humildad. Esta generación no la tiene. La ha ido adquiriendo a golpes.
-¿Boric la ha ido adquiriendo en el ejercicio del cargo?
-Tal vez, pero con dificultad. Con mucha resistencia interna. Pero cada día que pasa naturalmente es una suma y no una resta. El caso de Aylwin lo que muestra es que en política la impaciencia es una mala consejera. Al igual que la prisa, la precipitación .
-¿Estás de acuerdo con esa tesis de que así como Aylwin vivió una transición Boric también está viviendo otro momento bisagra?.
-No lo creo. Transición es una palabra con muchos significados, se puede usar para muchas cosas, pero no creo que pueda compararse para nada lo de ahora con el traspaso que fue el 89 y 90. Fue un proceso muy, muy, muy complicado para Chile y muy potencialmente peligroso.
-¿Estuvimos al borde de un nuevo golpe?
-Claro. La posibilidad de volver atrás era patente.
-En ese sentido, ¿la generación que está hoy día en el gobierno no tuvo esa experiencia y subvalora la transición?
-Así es. Y yo creo que además esa época la han leído de una forma distorsionada.
-Es un punto relevante, porque el Gobierno está preparando con mucha anticipación y expectativa la conmemoración de los 50 años del golpe. Van a invitar a presidentes como AMLO de México. ¿Temes que haya una lectura inadecuada de lo que fue el Golpe?
-Bueno, siempre se puede hacer una lectura desequilibrada y casi como que uno diría que es difícil que sea de otra manera, porque lo que queda del Golpe ya no es racional, sino pasional. Quiero decir que la parte de conocimiento, de cómo fueron los hechos y todo eso, ya la tenemos bastante completa. Por lo tanto ahora lo que sobrevive solamente son las emociones, que es un mal terreno.
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