Origen. Para resolver una crisis política, el Parlamento de la República de Irlanda creó una Convención Constitucional de 100 miembros, que duró entre 2012 y 2014. Su objetivo fue definir una decena de temas, algunos de los cuales fueron sometidos a referéndum.
Art O’Leary. El secretario de la Convención Constitucional fue un funcionario público: Art O’Leary. Ahora es secretario de las dos Asambleas de Ciudadanos nacionales en curso en Irlanda. Visitó Chile en la semana, donde participó en un evento en la Universidad Diego Portales, se reunió con el presidente del Senado, Álvaro Elizalde (PS), con el senador Juan Ignacio Latorre (RD) y habló con el diputado Diego Schalper (RN). También se juntó con los exconvencionales Jaime Bassa, Patricia Politzer, Patricio Fernández y Loreto Vallejos, entre otra serie de reuniones.
-¿Cuáles son las diferencias más relevantes entre el proceso constituyente chileno y el irlandés?
-Nuestra convención fue muy diferente. Reclutamos a representantes de la sociedad irlandesa seleccionados al azar, en lugar de elegir individuos para este organismo en particular. Enviamos a una empresa de encuestas a todo el país a tocar puertas. Su único papel era encontrar un lugar en un pequeño pueblo estrecho en el oeste del país en busca de un hombre de 25 años, o una mujer de 65 años, y así sucesivamente.
Ahora todo el propósito de seleccionar individuos al azar es que la asamblea represente a la población de nuestro país lo mejor que se pueda. Tenemos 51 mujeres y 49 hombres; 11 personas de 18 a 24 años; 23 personas de Dublín (la capital de Irlanda). Tenemos cuatro agricultores porque el 4% de nuestra población son agricultores; tenemos 11 personas en discapacidad, etcétera. Reproducimos la población irlandesa en una misma sala.
-¿Por qué el sistema político no permitió en 2012 que los partidos políticos representaran a los ciudadanos?
-Porque los partidos políticos identificaron una serie de problemas que han estado tratando de resolver durante muchas, muchas décadas en nuestro país. La cuestión del aborto, la cuestión del matrimonio igualitario… nos ha resultado imposible tener una discusión civilizada en nuestro país sobre cualquiera de estos temas. Así que se arriesgaron y dijeron “vamos a probar algo nuevo, vamos a preguntarle a la gente de Irlanda”.
-¿Cómo resultó?
-Fue fantástico, porque Irlanda estaba en una sola sala. El tema de la asamblea de más alto perfil fue probablemente el del aborto, un asunto muy delicado en nuestro país. Nuestras 100 personas lo consideraron durante seis meses, cinco fines de semana separados, e hicieron una recomendación para un régimen de aborto muy liberal. Conmocionó al sistema político hasta la médula. Dijeron que el pueblo irlandés nunca aceptaría eso, pero la asamblea votó 66/34 a favor de este régimen liberal; cuando se sometió a la gente de Irlanda en un referéndum, el resultado fue 66/34. Demuestra dos cosas: una es que la sala es representativa del pueblo irlandés y, en segundo lugar, y quizás más importante, es que el pueblo irlandés estaba más adelantado en su pensamiento sobre este tema que el sistema político.
-¿Cree que este sistema de selección aleatoria de ciudadanos funcionaría en países como Chile?
-Ha habido 600 iniciativas de asambleas ciudadanas en todo el mundo, y ha funcionado en todos los países. En Irlanda, si pusiéramos un aviso en un periódico que dice “por favor, ven y únete a nosotros, queremos ver este tema constitucional”, la mayoría de la gente no se presentaría para eso. Pero si llaman a la puerta, o si reciben una carta por correo de nuestro primer ministro que dice “tenemos un trabajo realmente difícil, el gobierno no sabe qué hacer, queremos que venga y nos ayude”, eso es distinto. En nuestra asamblea de ciudadanos más reciente les preguntamos por qué decidieron involucrarse. Un tercio de las personas dijo “me interesa el tema”; un tercio que “estoy encantado por la oportunidad de hacer una contribución a la política pública”, y lo más interesante para mí: un tercio dijo que los irlandeses saben que las asambleas de ciudadanos son una forma de que el trabajo duro se haga.
-La Asamblea de Ciudadanos de Irlanda también tenía un grupo académico y de investigación que trabajaba con los ciudadanos. ¿Cómo funcionó?
-Otra diferencia que hemos visto entre su país y el nuestro es cómo tratamos a los expertos en nuestro país. Dejamos que nuestros ciudadanos y los miembros de la convención decidan qué expertos quieren escuchar. Les enviamos una lista para que sepan, por ejemplo, que “estamos buscando en nuestro sistema actual de sistema presidencial personas que son realmente buenas en esta área, y díganos qué quiere saber de ellos”. Y los ciudadanos deciden.
Hay una segunda cosa importante: a los expertos nunca les permitimos expresar sus opiniones personales. “Su único trabajo es darnos información”, les dijimos. Les pedimos que nos den el conocimiento de su experiencia, pero no les permitimos decir la palabra final, que siempre es “aquí, esto es lo que creo que debería hacer”. No nos importa lo que crea que debemos hacer: los ciudadanos deciden qué se debe hacer.
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