Alfredo Joignant y elecciones en Francia: “El éxito de Macron se debe a que se ha presentado, siempre, como el candidato “ni-ni” (ni de izquierda ni de derecha)”

Marcelo Soto

El sociólogo y cientista político Alfredo Joignant dice que las elecciones en Francia confirman el alza de la extrema derecha en Europa, aunque haya perdido Marine Le Pen. “Se verifica una forma de derrota ganadora de Le Pen en un régimen semi-presidencial”, explica.


 -Muchos en Europa respiran aliviados por la derrota de Marine Le Pen. Sin embargo, nunca la ultraderecha había obtenido un resultado tan bueno: más del 40%. ¿Qué perspectivas abren estos comicios y cómo mueven el mapa político francés y europeo?

-Estos comicios confirman que en varios países europeos la Nueva Derecha Radical, o si se quiere la extrema derecha, está en alza: en este caso, a escala de una elección presidencial en un país tan relevante como Francia. Ya habíamos visto un fenómeno parecido en Austria en 2016 entre Van der Bellen y el ultra derechista Norbert Hofer (quien alcanzó el 46% de los votos). Se confirma entonces la creciente y lamentable buena salud de las fuerzas iliberales: después del triunfo aplastante de Viktor Orban en Hungría hace tres semanas (en un régimen parlamentario, en donde la oposición se unificó tras un líder -Peter Marki-Zay- en una lucha de partidos en la que se impone la extrema derecha radical de Fidesz), ahora se verifica una forma de derrota ganadora de Marine Le Pen en un régimen semi-presidencial: si en 2017 ella obtuvo casi el 34% de los votos en segunda vuelta, ahora suma el 41,46%, con 3 millones más de votos que en 2017. Veremos si esto se traduce en un buen desempeño parlamentario en junio próximo del partido Rassemblement National de Le Pen.

-Jean-Luc Mélenchon, de la izquierda populista, dijo que Macron “es el presidente peor elegido de la V República”. Su triunfo no fue arrollador y todo indica que tendrá un gobierno extremadamente difícil. ¿Cuáles son los principales desafíos y riesgos del presidente?

-La política se mide por resultados, y los resultados indican que Macron lleva dos mandatos presidenciales consecutivos ganados y Mélenchon dos elecciones presidenciales consecutivas saliendo tercero (aunque, convengamos, progresando en el número de votos obtenido). No entiendo bien el argumento “es el presidente peor elegido de la V República”: ¿por la cantidad de votos o por el programa? Me suena más a lo segundo, pero Macron es un tipo pragmático, que no corre riesgos, dice lo que necesita decir.

Lo que sí es cierto es que el presidente Macron tendrá una elección parlamentaria muy difícil el próximo 12 de junio: es probable (puedo equivocarme) que, a diferencia de 2017, su partido no tenga mayoría en la cámara baja, que es la cámara desde donde se forma el gobierno (es el componente parlamentario del semi-presidencialismo francés).

Eso significaría una nueva forma de cohabitación (muy distinta de las de 1986-1988, 1993-1995 y 1997-2002 en tiempos de imperio del eje derecha/izquierda), lo que obligaría a Macron a buscar alianzas con otros partidos, en donde la pregunta es ¿cuál o cuáles? ¿Será una coalición de centro derecha o de centro izquierda? ¿Cuán estable será? De no haber cohabitación (lo que significaría que su partido En Marche habría alcanzado por si solo la mayoría absoluta de los 577 escaños de la cámara baja), ¿cómo se gobierna con ese control parlamentario y a sabiendas que este es el último mandato de Macron (desde 2008 un presidente con dos mandatos no puede reelegirse)?

-El próximo paso son las elecciones legislativas del 12 y 19 de junio. ¿La extrema derecha se hace fuerte y los partidos históricos están al borde de la extinción? ¿Cuál es el estado de salud de la democracia gala?

-Las elecciones parlamentarias en Francia son, institucionalmente, extrañas: técnicamente son 577 mini elecciones presidenciales a dos vueltas (en 577 distritos en donde se elige un solo diputado), en donde una minoría de candidatos se queda con el escaño en primera vuelta al alcanzar el 50% más un voto. La rareza se incrementa cuando sabemos que existe la posibilidad, bajo ciertas condiciones de participación electoral distrital, de que pasen a segunda vuelta más de 2 candidatos (las así conocidas “triangulares” y hasta “cuadrangulares”, verdaderos atentados a la lógica de la segunda vuelta).

Las parlamentarias serán bien distintas a la presidencial, y no me extrañaría que la derecha tradicional, así como las “izquierdas” (cuya fragmentación es un desastre) puedan rearmarse –relativamente- gracias a la existencia de la segunda vuelta. Lo llamativo en Francia es que los partidos de izquierda y derecha están fracasando en elecciones nacionales, pero alcanzan un segundo aire y anclaje en elecciones regionales y locales: las parlamentarias son, en ese sentido, un perfecto término medio, y no sabemos –aunque podemos sospechar- el desempeño de los partidos en este nivel de elección.

-Le Pen y Mélenchon han lanzado ya la campaña de las legislativas, que presentan como la “tercera vuelta” de las presidenciales, aspirando a una muy difícil cohabitación. ¿Qué probabilidades tienen? ¿Es más factible que Macron obtenga una mayoría débil?

-Esta idea de tercera vuelta es un excelente eslogan de campaña, y puede ser muy eficiente. Tanto la Francia Insumisa como el Rassemblement National son favoritos para pasar a la segunda vuelta en innumerables distritos (en ese sentido, habrá lucha entre ambos partidos), a condición de tomar seriamente en cuenta el rol de los otros partidos (tradicionales), que pueden hacer de aguafiestas. Por ejemplo, en las elecciones parlamentarias de 2017, el PS obtuvo 44 diputados, la Francia Insumisa 17 y el Frente Nacional de Marine Le Pen solo 8 escaños, lo que no guardaba relación alguna con los resultados en la presidencial de semanas antes.

-Macron ha ganado, pero sigue siendo un presidente que no genera simpatía en amplios sectores. Lo ven como alguien arrogante y vinculado a los ricos. De hecho eliminó el impuesto a las grandes fortunas. ¿A qué se debe esta paradoja?

-Desde mi punto de vista, el éxito de Macron se debe a que se ha presentado, siempre, como el candidato “ni-ni” (ni de izquierda ni de derecha), en un contexto de declive critico del eje derecha izquierda que también lo estamos viendo en otras partes. La eliminación del impuesto a los super-ricos, chocante, fue siempre presentada como la consecuencia de una (cuasi) imposibilidad práctica de recaudarlo: en su eliminación no hubo nunca argumentos políticos ni menos morales, sino más bien explicaciones técnicas que se ajustan al perfil más tecnocrático que político de Emmanuel Macron.

-Macron ha sido un presidente híper activo, apareciendo cada día durante la pandemia. Pero su popularidad quedó gravemente herida con las protestas de los chalecos amarillos. ¿Este protagonismo ha sido una estrategia correcta? ¿Debería cambiar en este segundo mandato?

-Macron superó inteligentemente la crisis de los chalecos amarillos (el equivalente funcional del estallido social chileno de 2019), convocando a una gran conversación nacional sobre temas que él mismo colocó y delimitó. La fórmula nunca me gustó: es muy del presidencialismo francés, vertical, en donde el presidente es un rey laico, pero rey al fin (Macron se presentó en 2017 como un presidente jupiteriano, no lo olvidemos), pero tampoco puedo desconocer que funcionó, canalizando el descontento hacia esa conversación nacional que, lamentablemente, no terminó en nada realmente concreto (a pesar de todos los esfuerzos de mi colega -fuimos compañeros de generación en la universidad- y amigo Loïc Blondiaux, quien cumplió un importante rol en ese proceso de “Débat National” que él mismo criticó por los riesgos de deriva a un gran “monólogo”: (https://www.telerama.fr/idees/le-politologue-loic-blondiaux-le-grand-debat-national-prend-parfois-des-allures-de-monologue,n6118631.php).

-Es recordado el episodio de Puy-en-Velay, en 2018, cuando la comitiva del presidente fue atacada por una turba. Se temió lo peor, incluso un linchamiento. ¿Qué lecciones deja para Chile, donde la aprobación presidencial es cada vez más elusiva, esta experiencia?

-La pregunta es muy interesante, porque refleja un fenómeno general y muy inquietante. Hay una creciente pérdida de sacralidad de la presidencia de la República y de quien la encarna: hace algunos años, Macron recibió una bofetada, hace algunos días el presidente Boric fue objeto de una pedrada y Michelle Bachelet fue escupida cuando fue candidata por segunda vez. Son fenómenos muy relevantes, ya que retratan problemas de enervamiento social y popular con el poder político. Lo equivocado es ver en estos episodios fenómenos individuales, de personas desquiciadas: el desquiciamiento puede existir, pero la agresión a la figura presidencial no solo se explica por el desquiciamiento. Hay algo mucho más de fondo en estas cosas: estamos muy lejos de los tiempos en los que Durkheim, en “Las formas elementales de la vida religiosa”, mostraba cómo las personas profanas, personas de a pie, se enfrentaban conductualmente a quienes estaban investidas de autoridad política, multiplicando los comportamientos de deferencia y de cuidado hacia quien estaba consagrado ya no por la voluntad de dios, sino por la voluntad del pueblo.

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