Junio 2, 2023

Alfredo Joignant: “Hay riesgos de extinción para algunas izquierdas”

Marcelo Soto

Doctor en Ciencia Política, por la Universidad de París I Panthéon-Sorbonne, Francia, Alfredo Joignant cree que el socialismo debe transitar “desde la izquierda imposible a la izquierda probable”. En esta entrevista analiza el estado del oficialismo tras dos derrotas severas y las consecuencias de la irrupción del Partido Republicano.


-¿Qué fue lo más destacado del discurso de Boric el jueves?

-Me parece que el discurso del presidente Boric se ajusta a correlaciones de fuerza política, social y electoral que son muy desaforables para volver al programa y a sus promesas de transformación, haciendo aun más difícil gobernar a partir de ahora teniendo claridad sobre el legado de su mandato (esa idea con la cual un mandatario desea ser reconocido por la historia y recordado por su pueblo).

Califico la cuenta pública del presidente como brillante, independientemente de su duración. Fue una cuenta ecuánime, en la que resalta continuidades con anteriores administraciones presidenciales (con Michelle Bachelet, ciertamente, así como con Sebastian Piñera), pero también necesidades insatisfechas, algunas de las cuales forman parte de su programa original (reconocimiento de deuda con los profesores, eliminación del CAE, reforma previsional) y otras están relacionadas con dilemas muy actuales y que no formaban parte de la agenda de prioridades: crisis de seguridad pública, presiones inflacionarias de una economía que tiene mejor pronóstico que hace un año, por ejemplo.

-Insistió en el fin del CAE y pagar la deuda histórica a los problemas. ¿Para costear eso tendría que gastar más de una reforma tributaria?

-Es evidente que la gran controversia gira en torno a la reforma tributaria como condición sine qua non para satisfacer algunas necesidades. Si bien en su cuenta pública el presidente le habló a distintos públicos (a Apruebo Dignidad con el CAE y la deuda histórica con los profesores, a las derechas utilizando un tono conciliador, a los chilenos agobiados por pensiones de miseria), el hecho es que, de haber reforma tributaria, esta será mucho menos ambiciosa, la que será objeto de negociación a nivel de cada coma.

Esto es importante porque, a diferencia del pasado, imagino una negociación por misiones específicas con las que las derechas tendrán que estar de acuerdo para que haya reforma. En tal sentido, más vale olvidar reformas “en modo Apruebo Dignidad”, indigeribles para las derechas, sobre todo tras la marea de Republicanos.

-¿El Presidente intenta construir un legado? ¿Cuál sería?

-Legado habrá, pero me parece evidente que no será la idea íntima que el presidente Boric pudo haber acariciado al inicio de su mandato. Si bajo su gobierno se aprueba una nueva Constitución y se resuelve de una vez por todas ese terrible disenso, si en los próximos dos años se materializa una reforma previsional (cuyos términos serán más desfavorables que lo que se podría haber logrado durante la segunda administración de Piñera, un momento en que fue pensable distribuir los 6 puntos adicionales de cotización por mitades al componente individual y solidario), si la estrategia nacional del litio se concreta y dibuja en el horizonte otra idea de un Chile posible a partir de esta segunda fuente de generación de riqueza y distribución y, finalmente, si el país logra retomar la senda del crecimiento de largo plazo en armonía con la contención de la crisis climática, a mi me parece que ese legado tiene mucho valor.

Pero para que eso ocurra, se requiere transitar desde la izquierda imposible, encandilada por ideales universales e identitarios que, en el estado actual de las cosas, los chilenos no quieren porque no les hace sentido, a una izquierda probable que, para existir, debe reactualizar sus universales armonizándolos con identitarismos que hoy son leídos como particularismos (al respecto, es urgente leer el libro de Susan Neiman, Left is not Woke: https://quillette.com/2023/05/28/an-interview-with-susan-neiman/). Solo entonces se podrá decir que hay futuro en las izquierdas.

-Luego del inapelable triunfo de Republicanos y con la elección de Luis Silva como jefe de bancada de ese partido en el Consejo, ¿qué expectativas tienes sobre el resultado del proceso constituyente?

-El resultado electoral alcanzado por Republicanos, sorprendente por su magnitud, evidentemente que cumplirá un rol en el nuevo proceso, pero en un sentido distinto a lo previsto. Si el nuevo proceso ya estaba completamente encapsulado por las 12 bases constitucionales, el Comité de Admisibilidad, el Comité de Expertos y finalmente el Consejo Constitucional (cuya composición se origina en los territorios senatoriales que normalmente arrojan mayorías moderadas o derechamente equilibrios), pues bien, es precisamente lo que no ocurrió, desmintiendo la racionalidad de las elecciones senatoriales.

-¿Qué implica eso?

-Revelemos de una vez por todas el inconsciente colectivo de este segundo proceso constitucional. Las salvaguardas que acabo de señalar estaban destinadas a evitar “disrupciones” por eventuales izquierdas radicales (dada la experiencia traumática de la Convención Constitucional que estuvo dominada por independientes y actores provenientes de movimientos sociales en territorios, todos muy hostiles a los partidos), pero nadie se puso en el caso de que una sola fuerza, en este caso Republicanos, tuviese el control casi monopólico del Consejo Constitucional (tiene fuerza suficiente para bloquear sin aliados cualquier contenido).

El riesgo, ahora, no previsto, es que el texto se origine en otra tribu, muy conservadora, lo que significa que Chile está siendo dominado desde el 2019 por lógicas tribales, muy identitarias y con dificultades para ponerse de acuerdo con otros (y esa otredad no está solo hecha de tribus) sobre asuntos fundamentales. El gran logro de este periodo ha sido el Comité de Expertos, cuyos 24 miembros lograron generar un texto minimalista en tiempos de maximalismo ideológico de las elites políticas: mientras más nuevas sean estas elites, más difícil es converger en textos comunes. El Comité de Expertos lo logró, con lo cual, además de ser merecedores de elogio, rehabilita la función social y política del conocimiento.

-¿Qué señales ha dado el partido de J. A. Kast? ¿Crees que sea posible que modere su accionar en el Consejo y se llegue a un texto que incorpore ideas de centro izquierda?

-Hay que distinguir entre las señales que provienen del Partido Republicano y las señales más confusas que se originan en uno que otro diputado (Johannes Kaiser, por ejemplo) y, sobre todo, en el consejero constitucional Luis Silva (a quien veo desbordado por un cargo que aun no asume formalmente, pero que lo ejerce con excesiva pasión sin reparar en el poder performativo del que goza, a partir de ahora, su lenguaje).

¿Cuáles son las señales del Partido Republicano?

-El Partido Republicano ha enviado señales coherentes, por ejemplo reuniéndose en privado con la presidenta del PS Paulina Vodanovic, y haciendo de la actuación de Carlos Frontaura en el Comité de Expertos un posible modelo a seguir. En ese sentido, Arturo Squella y Ruth Hurtado han sido muy políticos, evitando la estridencia, lo que denota una toma de conciencia del difícil momento por el que atraviesa Chile, pero también claridad táctica (todavía no veo capacidad estratégica para imaginar el largo plazo, en donde el “largo plazo” lo entregan las elecciones generales de 2025) para enfrentar lo inmediato y, al poco andar, lo mediato (elecciones locales en 2024), con una importante estación intermedia que es un posible plebiscito de salida en diciembre de este año.

En lo que a actores republicanos individuales se refiere, me parece evidente que esas conductas son incontrolables (pensemos tan solo en el senador Rojo Edwards): a lo que se puede aspirar es que el partido Republicano pueda contenerlas, el que deberá imaginar formas de disciplinamiento de sus consejeros mientras opere la fábrica constitucional.

-Silva calificó a Pinochet de estadista.

-Convengamos que el juicio emitido por Luis Silva sobre Pinochet y la admiración que el dictador despierta en él empuerca el proceso: no es primera vez que una entrevista de este consejero constitucional genera polémica y, de persistir en esta suerte de anamnesis en público en donde Silva revela sus deseos y creencias más profundas sin mediar la conducción terapéutica por algún psicoanalista, nada bueno se puede esperar de su conducta en régimen deliberativo.

-La presidente del PPD, Natalia Piergentili, ahondó la crisis de su partido con sus declaraciones. ¿Ese partido está en un punto muerto y final?

-Creo que el PPD no tiene destino por sí solo: han sido demasiadas las torpezas en las que ha incurrido, y el daño generado a todas las izquierdas y al gobierno es muy grande. Con esto no descalifico el diagnóstico político que ese partido hace del gobierno y, sobre todo, del Frente Amplio: hay cosas en las que no están equivocados, pero en esto las formas de decirlas importan.

Si se cumple la expectativa de un umbral del 4% (por una sola vez) para elegir diputados (o en su defecto a 8 parlamentarios en la Cámara de Diputados y el Senado, que es la propuesta del Comité de Expertos que supongo se refiere a 8 parlamentarios elegidos en el mismo acto eleccionario), el PPD desaparece (al igual que muchos otros partidos). No me convence en absoluto, por tratarse de una fórmula tramposa, encontrar una nueva fuente de vida en “federaciones” de partidos: es sumar partidos enanos con otros partidos enanos para formar una federación con existencia legal para satisfacer el umbral. Es como si el FRAP o la Unidad Popular hubiese sido la unidad atómica de actuación política cuando el verdadero átomo político es el partido.

-Boric ha sufrido dos derrotas monumentales. ¿Qué puede hacer el gobierno para comenzar a recuperarse?

-Estas dos derrotas son innegables, y efectivamente son monumentales, con posibles consecuencias culturales: así de graves son, y es por eso que las califico como derrotas históricas (que no son asimilables a la derrota del golpe de Estado, porque el 4-S y el 7-M fueron contiendas democráticas en buena lid). Creo que será muy difícil, probablemente imposible, sobreponerse a ellas antes del 2025.  ¿Qué hacer?, se preguntaría Lenin. En primera aproximación, salvar los muebles y abandonar la pregunta irrealista por el legado: hay que terminar el gobierno y terminar de la mejor forma posible. El legado ya no depende del gobierno ni del presidente Boric: las correlaciones de fuerza son evidentes, y son muy desfavorables. ¿El destino es entonces fatal? Por el momento sí, lo es: pero si la política es un arte, es precisamente porque siempre existe la posibilidad de alterar la realidad.

-¿Qué rol le cabe al PS en esta fase?

-No tengo ningún derecho para arrogarme el pensamiento colectivo y la reflexividad general de los socialistas, pero es como socialista que responde con las armas de la razón que me atrevo a sostener lo siguiente. El PS tendrá próximamente su Congreso. Teniendo en mente ese evento, propongo una metodología en tres pasos. Ese Congreso NO debiese ser un evento para adoptar grandes decisiones, de esas que dibujan una vía por muchos años, eventualmente por décadas.

Por ejemplo, el próximo congreso del PS no debiese responder a la pregunta por sus políticas de alianzas: es demasiado prematuro, hay demasiadas preguntas por responder antes. Entonces, el primer paso que deben dar los socialistas en su Congreso es formularse las preguntas del periodo, buenas preguntas, y que son muy inquietantes: por estos días, hemos observado el desplome de las nuevas izquierdas en España y Grecia (en este caso, con una rara resurrección del PASOK), lo que plantea la pregunta por el agente hegemónico en las izquierdas.

Pues bien, pienso que ese agente es socialista, probablemente no solo (estoy observando con interés la evolución de Convergencia), pero si el PS quiere tener peso específico, debe superar su 6% (el que se explica por su extraordinaria capacidad de negociar en distritos específicos y ganar una electividad que ningún partido de izquierda tiene en Chile). Pero de modo más profundo, el PS debe volver no solo a los “territorios”, sino al mundo cambiante y heterogéneo del trabajo: es cierto, el trabajo se está robotizando y esto puede llegar muy lejos gracias (o a causa) de la Inteligencia Artificial.

-¿Cuál es el denominador común?

-La condición salarial, la que esconde una enorme variedad de situaciones en tiempos en donde las fábricas están desapareciendo como espacio de socialización política común: pero esa condición es un universal que debemos trabajar y recuperar (el PS tiene estructura sindical, tiene presencia en el mundo organizado del trabajo). La tarea del PS es edificar universales, reactualizando algunos de ellos: por ejemplo, la patria (Allende, sin leer libros sofisticados, tenía la intuición de que el socialismo chileno tiene olor a empanada y sabor a vino tinto, magnífico), el sentido del orden (estoy hablando del orden público) que es un sentido y una necesidad existencial profundamente valorada por el mundo popular que nos está abandonando (¿por qué será?), la conciencia universal de la crisis climática (el socialismo será verde o no será).

Esas son las preguntas que tienen que ser abordadas, genuinamente, como primer paso, por el Congreso del PS. El segundo paso es programático: concluido el congreso del PS, los socialistas debemos adelantar el trabajo de construcción del programa: el mundo va demasiado rápido y no podemos esperar tener a la vista el retrato hablado del o de la candidata del PS para construir el programa. Cumplidos estos dos pasos, el tercer y último paso es definir la política de alianzas. Todos estos pasos no se pueden dar al mismo tiempo: es llegar y pensar en qué ocurre con el cuerpo propio al dar más de un paso a la vez para convencerse (la caída es inevitable, y el daño puede moverse desde el rasguño en la ceja izquierda -obvio- hasta el quiebre de una pierna).

-A 50 años del golpe, ¿cómo percibes a la nueva izquierda? ¿Hay una visión mitificada de Allende?

-Allende es un mito, un gran mito, y no es posible ser de izquierda sin ser allendista. De esto, no tengo ninguna duda. Yo escucho el discurso de despedida de Allende y me conmuevo, y no me faltan ganas (momentáneas) de radicalizar procesos y situaciones. Pero también sé, con convicción, que las izquierdas siempre partimos con una desventaja. Las derechas, todas, tienen a su favor el status quo.

Las izquierdas tenemos el problema y el dilema de enfrentarnos al status quo, de buscar modificarlo en función de los intereses de quienes creemos que lo están pasando mal y muy mal: las derechas rivalizan con nosotros ante este mismo público, pobre y popular. Y nos están ganando. Pues bien, ese es nuestro gran problema. ¿El socialismo tiene futuro? Lo tiene. Pero para que el futuro no sea una quimera, sino realidad, las izquierdas nos tenemos que hacer preguntas difíciles: hay riesgos de extinción para algunas izquierdas. Mi propuesta es enfrentar la amenaza con rigor y método.

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