Tuvieron suerte Boric y su coalición de que el plebiscito del 4 de septiembre de 2022 no hubiera desembocado en un cambio de gobierno, como habría ocurrido necesariamente si Chile tuviera un régimen parlamentario. Tuvieron suerte también de que la elección de consejeros constitucionales, el 7 de mayo de 2023, no haya sido para elegir senadores y diputados. O sea, sufrieron dos derrotas abrumadoras, pero el poder institucional con el que entraron a La Moneda, en 2021, no sufrió merma. Bueno, se les acabó la suerte.
Algunos entusiastas dirán que las izquierdas ganaron el segundo plebiscito constitucional, el 17 de diciembre del año pasado, y entonces habría que preguntarles qué fue exactamente lo que ganaron, puesto que la Constitución que se desvivieron por reemplazar, la que lleva la firma del presidente Lagos, sigue vigente. ¿Qué ganaron si quedó demostrado que alentaron una aventura constituyente que fracasó por completo?
Las elecciones municipales y de gobernadores confirmarán que el cuadro político-social cambió sustancialmente entre 2020 y 2024. Hace 4 años, el país mostraba las llagas que dejó el estallido que alentaron quienes están gobernando, era muy profundo el miedo que la violencia le había metido en el cuerpo a la sociedad y, por si fuera poco, ya eran visibles los estragos que provocaba la pandemia. Vinieron después el extravagante experimento de la Convención y la memorable experiencia de ver gobernar a Boric, Jackson, Vallejo, etc.
De la pequeña historia de este período quedarán muchas anécdotas, sin duda, y también curiosos modelos de interpretación de los cambios experimentados por Boric mientras ejerció la Presidencia, Hay quienes afirman que muchas de sus contradicciones se explican porque, en realidad, es un actor. Otros, como Camilo Escalona, señalan que él “ha tenido una voluntad de aprender inigualable”. Incluso, hay quienes dicen que se convirtió en socialdemócrata, y habría que deducir que eso significa algo sólido.
Capítulo aparte serán las “aclaraciones” de los ministros de aquello que Boric quiso decir en ciertos momentos, faena en la cual la ministra del Interior, Carolina Tohá, ha llevado la carga más pesada. El jueves pasado, cuando se supo de la detención de 12 carabineros acusados de cohecho, detención ilegal, microtráfico y otros delitos, Boric lanzó un mensaje a través de su cuenta de X; “Deben ser investigados por la justicia civil y si los delitos son probados, condenados”.
El mensaje carecía de sentido, ya que la justicia civil es la única autorizada para actuar en estos casos, y además el Ministerio Público ya tenía la investigación en sus manos, apoyado en los antecedentes que aportó el Departamento de Asuntos Internos de Carabineros. Nadie estaba proponiendo otra cosa.
Entonces, la ministra Tohá tuvo que salir a poner la cara: el mandatario había dicho lo que dijo “porque se ha abierto un debate últimamente en esta materia de cambiar los límites de dónde termina la justicia civil y comienza la justicia militar”. Demasiado, sin duda. Lo que ha estado en discusión es la forma de dar protección jurídica efectiva a los uniformados respecto de las reglas del uso de la fuerza, y no una supuesta “expansión” de la justicia militar.
La pregunta forzosa es ¿a quiénes tenía en mente Boric al pronunciarse de ese modo? Probablemente a quienes critican sus manifestaciones de apoyo al alto mando de Carabineros, a quienes lo acusan de haber abandonado “el espíritu del 2019”. Y es demasiado evidente que él ha mostrado siempre gran temor de las posibles reacciones en su contra de parte de la corriente octubrista, lo que explica su tendencia a dar un paso adelante y luego dos hacia atrás.
Aceptemos, solo por razones metodológicas, que La Moneda ha sido una especie de “escuela de formación política” para Boric, y que ha aprendido ciertas cosas que le han servido para desarrollarse como cuadro. Convengamos, en todo caso, que Chile, durante su dichoso aprendizaje, ha vivido momentos de alto riesgo. Además, la inquietud no ha desaparecido, puesto que él parece seguir creyendo que está en deuda con el objetivo programático de que el país sea “la tumba del neoliberalismo”. Parece que la condonación del CAE es expresión de eso.
Después de todo lo visto, mucha gente estima deseable que lleguen a la Presidencia hombres o mujeres que tengan una experiencia de vida y un bagaje político que les permita desempeñar el cargo con propiedad y, en lo posible, con altura. Hay que considerarlo. De todas maneras, la edad o los diplomas no son garantía por sí mismos. Lo que importa es la madera de la cual está hecho el gobernante, vale decir, su integridad y equilibrio, la noción que tenga sobre el interés colectivo. Importan decisivamente sus convicciones democráticas y el rechazo de cualquier variante de populismo y autoritarismo. Y, por supuesto, la templanza y la capacidad de diálogo.
Dicho de otro modo, la experiencia de estos años nos ha servido para apreciar mejor ciertas cosas que son esenciales en la conducción del Estado. Tenemos que poner la vara más alta a los liderazgos. Y tratar de evitar las equivocaciones catastróficas.
Después de las elecciones de octubre, la pista se pondrá más pesada para el gobierno. La condición de minoría de los partidos que lo sostienen se hará más evidente. Y partirá la campaña presidencial con velas desplegadas. Confiemos en que Boric termine su gestión lo mejor que pueda.
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