Gabriel Boric es por lejos el presidente más impopular de que se tenga registro a esta altura de un mandato. No hay ningún otro que haya logrado obtener tan baja aprobación y tan alta desaprobación a solo cuatro meses de haber asumido su cargo. Tras 140 días en el poder (casi el 10% del total de los 1,461 días que estará en La Moneda), las encuestas muestran que apenas un tercio de los chilenos aprueba de su labor. Más lapidario es la cifra de desaprobación, que orbita en torno al 60%. Lo que queda en limpio es que por cada chileno que aprueba de la labor de Boric, hay dos que la rechazan.
El porcentaje que hoy apoya al presidente es marginalmente mayor al porcentaje que lo apoyó en la primera vuelta de 2021. Mientras que la base dura de Boric sigue estando con él, la gran mayoría de los demás lo ha abandonado. Quienes confiaron en él para la segunda vuelta ya no están. El abandono es más claro si se observa la velocidad con la que incrementa su desaprobación. Estimaciones en base a todas las encuestas publicadas desde que Boric asumió el 11 de marzo sugieren que mientras su aprobación cae 1,8% por mes, su desaprobación aumenta 5,5% cada treinta días.
Raya para la suma: No es solo que la masa que entró a apoyar a Boric en la segunda vuelta de 2021 ya no está, o que se hayan trasladado al purgatorio, sino que es eso y más encima que entró una multitud importante solo para desaprobarlo. Es decir, personas que normalmente no participan en política decidieron salir de su desdén para tomar una posición crítica y negativa frente al trabajo del presidente. Una ocurrencia significativamente atípica, que no se había visto antes (incluso la caída de la aprobación de Piñera después del estallido se vio reflejada proporcionalmente en el aumento de su desaprobación).
Parece ser que lejos de estar viendo la película completa, la unidad estratégica del gobierno solo está viendo una foto parcial. Por los resultados que han conseguido, parece ser que están más preocupados de la aprobación del presidente que de su desaprobación y el neto (la resta entre la aprobación y la desaprobación). Evidencia de esto es el cómputo simplista de que la aprobación del presidente depende de la resolución de la crisis económica, la crisis de seguridad y un resultado “favorable” en el plebiscito. La lectura parece ser que si se trabaja para revertir tendencias en esas tres áreas, el presidente volverá a su popularidad original.
Pero la lógica tiene serias fallas. La primera es la equivocada idea de que la popularidad original del presidente es alta. Eso es simplemente equivocado. El presidente no puede volver a un lugar donde nunca estuvo. Por lógica, la popularidad original del mandatario es equivalente a su popularidad en la primera vuelta de 2021 (26%, y para ser preciso, 26% del 47% que votó). Por lo tanto, volver a la popularidad original significa nivelar hacia abajo. Si el presidente hace lo mínimo (y efectivamente logra revertir las tres crisis), la inercia lo llevará a caer, y no a subir, como probablemente proyectan en La Moneda.
Es innegable que el presidente se debe ocupar en resolver las tres crisis que por estos días azotan al gobierno. Pero eso no basta. Eso es “el desde”. Para revertir la impopularidad de Boric, habría que darle valor agregado. Y en ese sentido pareciera ser que el gran problema del gobierno no es uno externo, es uno interno. El problema de Boric no es solo la crisis económica, la crisis de seguridad, y lo que significa perder el plebiscito, es además la mala gestión que está haciendo en todos los otros niveles. El problema, por lo tanto, no se resuelve afuera. Se resuelve primero adentro y después afuera.
En esta línea, el principal problema de Boric tiene que ver con su liderazgo. El problema de Boric, no es tanto que “se le cruzan problemas” como que “se mete en problemas”. ¿Por qué autorizó el viaje de Siches a Ercilla? ¿Por qué no renovó el Estado de Excepción de inmediato en marzo? ¿Por qué no ha sido más duro con la inmigración ilegal? ¿Por qué le quitó piso político a las fuerzas del orden? ¿Por qué autorizó la venta de 5 mil millones de USD con el dólar al alza? ¿Por qué permite que se relativice la importancia de los acuerdos comerciales? ¿Por qué le permitió a su novia fundar una institución homónima? Etc.
Todas estas preguntas apuntan a errores-no-forzados. Todos esos temas le causaron problemas significativos, y algunos lo siguen haciendo. En la mayoría, el presidente fijó una posición solo para finalmente terminar adoptando una diametralmente opuesta. Es decir, Boric llegó, pero llegó tarde. El problema de Boric, por lo tanto, es uno de liderazgo. Por más que pareciera ser un líder de la vieja izquierda, es un líder horizontal y blando. Cambia de opinión. Dice una cosa, y hace otra. Es fluido y es ambiguo. Le gustaría que las cosas fueran de su modo, pero cuando no le resultan, cambia de opinión y se suma al resto.
No es tanto que el presidente elige desdecirse, como que se ve en la obligación de hacerlo. Por ejemplo, luego de sostener que cualquier Constitución escrita en democracia es mejor que la de 1980 (reformada en 2005, por Ricardo Lagos), tuvo que moverse a aceptar que lo que se propone tiene serias fallas, y que se debe reformar. Esto, con el fin de potenciar el Apruebo. La “estrategia” finalmente no funcionó, pues terminó legitimando la opción del Rechazo. Pero más importante, fijó a Boric al otro lado del cerco. Sostuvo que solo apoyaría reformas después del plebiscito, y no antes. Quizás se tenga que desdecir.
Sí, es crucial hacerse cargo de la crisis económica, la crisis de seguridad y las coyunturas que cobran costos a mediano plazo, como la posibilidad de perder el plebiscito. Pero no es lo único que importa. El gobierno de Boric avanza con debilidad porque el presidente ha demostrado que cambia de opinión con facilidad (como lo hizo con los retiros de fondos de pensiones, o más recientemente, con el “bono invierno”). Sus contrapartes ya lo han entendido, y por eso avanzan en agendas paralelas (como los proyectos de Rincón y Elizalde en el Senado). Al gobierno le falta profundidad y complejidad. Pero, más importante, al presidente le falta decisión y cadencia.
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