Julio 23, 2022

Mario Marcel: Cara de Estado. Por Rafael Gumucio

Ex-Ante

Mario Marcel, siempre en las sombras, a cargo de comisiones, planes de estudio, políticas monetarias, parece haberse preparado toda la vida para este momento imposible de la economía mundial. Entrenado en el arte de decir que “no”, le toca un gobierno que nace de un gran “sí”; una esperanza a veces desatada, a veces necesaria, en la que tiene que ser el que paga las cuentas de los que nunca han sabido que hay alguien que paga después.


Todo en el rostro de Mario Marcel converge en el centro de su ceño, fruncido hasta cuando sonríe. Unas cejas muy negras que baja bruscamente en la juntura de esos anteojos de monturas livianas, sin los cuales es imposible imaginarlo. Algo felino en la cara. El pelo apenas gris, que no se permite la imaginación de un rizo, contribuye a su cara de perfecto rigor. Sus labios tampoco se permiten desvío alguno. Son una sola línea que parece tragar todo el tiempo un trago amargo, que uno imagina fácilmente diciendo “no” sin dolor y sin placer. Un “no” impersonal, razonado, perfectamente regular que no termina con tu amistad, sino que es simplemente profesional. Un “no” tan parte de su cara como su nariz y el brillo de complicidad que a veces se le escapa. Un “no” esencial que hace agradecer de manera paradójica cuando se transforma en un “sí”, porque no esperas que sea posible.

​El cuerpo de Mario Marcel repite esa regularidad fiscal. Ni gordo, ni tampoco escuálido. El peso que debe pesar. Ni alto, ni bajo. Los hombros perfectamente ajustados a la chaqueta negra o azul del traje abotonado, perfectamente estatal.

La corbata de colores imaginativos es su manera de integrarse a un gabinete en que casi todos podrían ser sus hijos. Esa corbata psicodélica, que es un gesto de cierta ingenuidad, de cierta alegría, dejan entrever otro Marcel detrás de Mario Marcel.

Porque ¿Qué tiene de normal ese hombre que se la ha jugado toda la vida por ser la normalidad misma? Su apellido es un nombre en Francia: “Marcel”, uno de los más populares entre los franceses. Y un apellido que casi nadie lleva en Chile porque proviene directamente de España de donde inmigraron sus padres. Su madre huyendo en barco de la guerra civil española, marca indeleble que lo ha llevado siempre a estar en la ala izquierda del Cieplan, el organismo de estudio que dirigió Alejandro Foxley y que formó a gran parte de la elite económica de la Concentración.

Cieplan, donde éste socialista que coqueteó también con la Izquierda Cristiana, que usaba en este entonces camisas sin cuellos y una cara que no llamaba la atención, dirigía un departamento de estudios con una disciplina y un rigor que le debía quizás a ese pasado de inmigrantes con una mano por delante y otra por de atrás. O quizás esa seriedad se la debe al Instituto Nacional y su patio en que se aprende casi todo a patada y todos son presidente de lo que sea.

Y la Universidad de Chile, y la dictadura, todas instancias que fortalecieron la capacidad de silencio de Mario Marcel. Incapaz de opinar sin los datos en la mano, obsesionado por conseguir que lo que debería funcionar funcione, fue parte de una revolución económica. Vivió en primera línea un momento alucinante y peligroso, donde la economía creció de manera expansiva en varios rubros al mismo tiempo y la inflación perpetua en Chile se volvió un recuerdo de un recuerdo del pasado. Época donde la frontera que separaba a los Keynesianos de los discípulos de Hayek parecía haber cedido. Época de loca convergencia en que, sin embargo, el fantasma de la desigualdad siguió como un enorme pájaro negro vigilando nuestros destinos. Eso y otro fantasma, el de la concentración económica, que Ricardo Lagos supo denunciar de joven, pero acentuó de viejo.

Todo ese tiempo Mario Marcel se dedicó a ahorrar para el Estado. Fue uno de los creadores de la regla de superávit fiscal. Como director de presupuesto, su capacidad de decir no, se acentuó aún más. Recuerdo haberme quejado por entonces, de lo cicatero que era el Estado y de los presuntuosos que eran sus economistas. Recuerdo haber pensado que los economistas no eran más que contadores auditores que se auto repartían premios nóbeles y cátedras de universidad, financiado por los mismos millonarios a los que les arreglaban las cuentas. Matemáticos de segunda y filósofos de tercera, pensaba.

No entendía que el riesgo de su disciplina y su interés está en que sus papers cambian vidas aquí y ahora. Algo que no hará nunca kilos de papers de sociología o de antropología cultural. No entendía la belleza que hay en tratar de salvar a un empleado cualquier, a una peluquera, o a un micrero de la ruina total. De la ruina global que el capitalista financiero en la etapa delirante a la que hemos llegado, nos promete. Un capitalismo delirante que necesita para ser domesticado, de pensadores serios y de políticos valientes que no pueden pasar por alto el rigor, un rigor del que me declaro incapaz.

Mario Marcel, siempre en las sombras, a cargo de comisiones, planes de estudio, políticas monetarias, parece haberse preparado toda la vida para este momento imposible de la economía mundial. Entrenado en el arte de decir que “no”, le toca un gobierno que nace de un gran “sí”; una esperanza a veces desatada, a veces necesaria, en la que tiene que ser el que paga las cuentas de los que nunca han sabido que hay alguien que paga después.

La seriedad fiscal no va a bastar para pilotear un avión al que ya se le quemo un motor mientras el otro está sobrecalentándose ante nuestros ojos. Pero es en realidad un país sin alas. Un país que hace mucho tiempo que no inventa nada nuevo, y cree aun en que la magia de algún mineral lo volverá a salvar. Un país que perdió la moral austera que la crisis de 1982 nos impregnó en las venas y cree que es un país rico, que es lo que creen todos los países pobres.

Mario Marcel de cara a esta prueba infinita, va a tener que enseñarnos esa inalterable calma y ese “no” imperturbable con el Estado, que le recuerda al ciudadano que, aunque el Estado no es suyo, que el Estado no es de nadie, es decir que es de todos.

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