Si el final del año 2021 encontró un país esperanzado, con la fase más dura de la pandemia superada y con el ánimo general al alza, este 2022 finaliza con una sociedad más asustada que esperanzada y con ánimo derrotista de cara al futuro.
En términos económicos, como efecto del rebote pandémico de 2020, el año 2021 cerró con un crecimiento del 11,7%, vs. el 2% proyectado para este año. Y la inflación, si bien fue alta el pasado año (7,1%), resultó claramente menor al porcentaje acumulado este 2022 y la UF por sobre los 35.000 pesos.
En ese mismo diciembre de 2021, y a diferencia de este diciembre, había más personas que pensaban que la economía mejoraría en el mediano plazo a las que juzgaban que empeoraría. Asimismo, producto de los retiros de fondos previsionales y los Ingresos Familiares de Emergencia (IFEs), que se extendieron por todo el año, los saldos medios en las cuentas corrientes eran mayores al período prepandémico.
Las preocupaciones de la ciudadanía versaban sobre varios temas, incluidas las reformas políticas y sociales y el medio ambiente. Un año después, este diciembre, el temor a la violencia en sus distintas variantes y las inquietudes económicas dejan poco espacio a otras preocupaciones.
En lo político, un año atrás el país había elegido al Presidente más joven de la historia, y con la votación más alta conocida. Se había optado por Gabriel Boric que, tras la elección, elevó significativamente su valoración entre la ciudadanía y sobre el cual se depositaban grandes expectativas de cambio político y recambio generacional. El 69% de la población proyectaba en esos días que al nuevo gobierno le iría bien y la emoción predominante frente a su elección era alegría.
La Convención constitucional, con todos sus ruidos, estridencias y rojasvadismos incluidos, mantenía una aprobación razonable y muy superior a la del Congreso y los partidos políticos. Y si bien le faltaba mucho trecho por recorrer, las primeras encuestas mostraban que la población tenía más disposición a aprobar lo que de ella emanara, antes que de tirar por la borda las expectativas depositadas en el cambio constitucional tras los años transcurridos desde el estallido social.
En diciembre de 2021, la sensación mayoritaria era que Chile por fin parecía reencaminarse. El término de la pandemia, un nuevo gobierno con ideas frescas para los problemas de siempre, más un proceso político en curso y una economía vigorosa se entrelazaban alimentando el optimismo.
Un año después, la porfiada realidad volvió de sopetón. Una dura realidad que había quedado adormilada por otra aparentemente más dura, pero (esperemos) pasajera como la pandemia. Una realidad que, además de adormilada, se había anestesiado con la ilusión de cambio que se instaló con el proceso constituyente.
Se nos apareció este 2022 con un gobierno que no se había preparado para gobernar y que, “con guitarra”, desafinó puerilmente en sus inicios. Pero también reapareció esa realidad de reformas sociales no hechas y de desigualdades geográficas, sociales y de trato no abordadas que volvieron a pasar su cuenta.
Como si fuera poco, junto con el fin de la burbuja sanitaria reapareció la delincuencia, la violencia narco y se agudizaron los problemas con la migración irregular. ¿Y el crecimiento? Bueno, volvimos a constatar que llevábamos años en la trampa de creer que este volvería mágicamente a los números de los ’90.
Tan fácil como inútil sería culpar de todo al gobierno y al mundo político por este 2022. Más aún cuando es en este mismo diciembre que alcanzaron un nuevo acuerdo para encauzar el problema constitucional y cuando el gobierno ha presentado la Política Nacional contra el Crimen Organizado.
¿Cómo hacemos para volver a estar optimistas? Personalmente, ni optimista ni pesimista para 2023, escéptico. Si hay algo que nos enseñó el 2022, es que el optimista, efectivamente, puede ser un pesimista mal informado.
La magia no existe en economía. Las soluciones que suenan fáciles suelen tener efectos de corto plazo, sin mejorar de manera duradera el bienestar de los ciudadanos. Si realmente queremos que Chile supere su bajo crecimiento tendencial del 2%, debemos enfocarnos en facilitar la creación de empleo, incentivar la inversión y elevar la productividad.
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