Las cifras del CEP revelan una legitimidad agotada, un proyecto que no estuvo a la altura de las expectativas que mismo generó, y que perdió credibilidad sin haber logrado conexión emocional con la mayoría de la población. Lo que explica el 22% de aprobación y el 66% de desaprobación de Boric es el fracaso de su administración.
El fracaso en cifras. La última encuesta del Centro de Estudios Públicos (CEP), publicada este jueves, fue lapidaria e inapelable para el presidente Gabriel Boric. Confirma una realidad que ya se respiraba en el ambiente: que ha perdido el favor ciudadano de forma casi irreversible.
- Por lo menos en lo que resta de su mandato, pues sabemos por experiencia que los expresidentes suelen recuperar terreno y subir en las encuestas como ocurrió con Sebastián Piñera y Michele Bachelet.
- Pero hoy, su situación es tan precaria que ni siquiera la reforma previsional, uno de sus proyectos más emblemáticos, impidió el desplome.
- Su aprobación alcanza apenas un 22% y la desaprobación sube a un abrumador 66%. Son cifras que describen no solo el fracaso de una administración, sino también la imposibilidad de que algún candidato oficialista, por muy talentoso o carismático que sea, pueda sobreponerse al peso de este ciclo político.
- En este contexto, el gobierno ya no es un punto de partida, sino un ancla. No es un trampolín, sino un salvavidas de plomo. El deterioro de la imagen presidencial no se debe a una sola causa; sino a una acumulación sostenida de decepciones y errores estratégicos.
Un gobierno que nunca logró reponerse. La ciudadanía, según la misma CEP, identifica como principales preocupaciones el control de la delincuencia, la situación económica y la inmigración irregular. En los tres frentes, el gobierno es percibido como vacilante, ideologizado o simplemente ineficaz.
- Un 53% considera que el país está estancado, que el gobierno ha manejado mal o muy mal la seguridad pública, y reprueba su conducción en materia económica, con un alto nivel de la deuda pública que obligará al próximo gobierno a efectuar recortes drásticos en el gasto.
- El 56% desaprueba su política migratoria. A esto se suma un creciente malestar por la ineficiencia del aparato estatal, la falta de liderazgo y la desconexión entre el discurso y la realidad de las personas.
- La mayoría cree que Boric ha gobernado “para sus propios partidarios”, lo que refuerza la percepción de sectarismo y poca capacidad de representar a la totalidad del país; un 62% que considera que no ha cumplido sus promesas; un 67% cree que no tiene capacidad de gobernar: Solo un 20% piensa que el país va por buen camino.
- Lo que demuestra que la alianza de gobierno nunca logró reponerse del repudio ciudadano a su proyecto refundacional, sin que en su reemplazo haya emergido una narrativa convincente de gestión ni de resultados.
Otro tono, otras prioridades. . El oficialismo se ha ido desdibujando, atrapado entre el maximalismo de sus orígenes y la impotencia pragmática del presente. Este escenario se vuelve particularmente tóxico para quienes aspiren a suceder al presidente desde dentro del oficialismo.
- El PPD marca un 2% de adhesión, mientras que el Partido Socialista cae en las preferencias, en parte como resultado del bochornoso episodio de la compraventa suscrita por Isabel Allende y Maya Fernández.
- A la ciudadanía le cuesta distinguir los matices: a ojos del electorado, todos los candidatos oficialistas son parte del mismo experimento fallido; por lo que, a pesar de existir diferencias políticas reales entre ellos, que en algunos casos son sustantivas, todos enfrentan un mismo obstáculo: La “marca Boric”.
- Las cifras de la CEP también evidencian que la opinión pública se ha movido hacia temas tradicionalmente más cercanos a la derecha. La agenda de orden, control de la inmigración ilegal y crecimiento económico ha desplazado a los discursos de derechos, inclusión y transformaciones estructurales.
- La ciudadanía no solo desconfía del gobierno actual: exige otras prioridades, otro tono, otra eficacia. Quienes pretendan heredar el cetro desde el oficialismo deben enfrentar la paradoja de representar una continuidad que ya no tiene eco y a la vez intentar renovarse sin romper con el gobierno que los cobija. Es una cuadratura del círculo.
El voto espontáneo. Esto ya se refleja en la intención de voto espontánea. Mientras nombres como Evelyn Matthei y José Antonio Kast aparecen con apoyo significativo, ninguna figura oficialista supera el 4% en menciones espontáneas. Un castigo generalizado a un ciclo de gobierno que prometió mucho y entregó poco.
- También es cierto que más de un 50% de los encuestados declaran que aún no han decidido su opción. Sin embargo, desde un punto de vista estadístico, no hay ninguna razón para pensar que su comportamiento será diametralmente distinto al de aquellos que ya están decididos.
- En este cuadro desolador e inmutable, con la única excepción de Carolina Tohá, los demás presidenciables del sector solo pueden aspirar un rol puramente testimonial. De modo que, si gana alguno de ellos, algo difícil pero no imposible, el triunfo de la derecha estaría asegurado. ¡Todos sabemos que ni Winter ni Jara llegarán a la Moneda!
- El FA y sus aliados llegaron al poder prometiendo un nuevo estilo, una política más ética, horizontal, participativa. Pero con el paso del tiempo, su administración ha incurrido en prácticas similares a las que antes denunciaba: uso de operadores, improvisación legislativa, pactos cupulares, errores comunicacionales y escándalos internos.
- No se trata solo de una evaluación negativa: se trata de una legitimidad agotada, de un proyecto que no logró estar a la altura de las expectativas que él mismo generó. De la pérdida de credibilidad, de la desconexión emocional con la mayoría de la población.
Siempre fueron minoría. El proyecto del presidente Boric nunca tuvo respaldo mayoritario de la población, llegó segundo en la primera vuelta compitiendo con la derecha de Kast; y la alta votación de que se ufana en la segunda vuelta se debió exclusivamente a que muchos votaron por él como el mal menor.
- En ese escenario, cada gesto de lealtad con La Moneda será visto como complicidad y cada intento de independencia como deslealtad. El dilema es cruel: el gobierno del que provienen ya no es una credencial, es un pasivo.
- La “marca Boric” que simbolizó el surgimiento de una nueva generación política, enfrenta hoy el descrédito. El presidente tiene un liderazgo de nicho, que no incluye a los sectores populares que dice querer representar; donde su nivel de aprobación es el más bajo.
- Y, aun cuando en política nada es imposible, hay que estirar mucho la imaginación para visualizar la imagen del presidente Boric, la noche de la elección, esperando con los brazos abiertos en la puerta de la Moneda para recibir a uno de los suyos como su sucesor
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