-Hay una disputa por el origen simbólico del proceso constituyente: si fue con las protestas violentas del 18-O en adelante o con el acuerdo del 15 noviembre. ¿Por qué es importante esa distinción?
-Decir que el origen de este proceso está en la violencia es ponerse en un riel equivocado. Si esto es fruto de la rebelión, en cualquier momento la rebelión puede volver a cuestionar todo y a saltarse el curso normal.
-Fernando Atria hizo la distinción entre dos violencias: la del segundo aniversario y la original.
-Me parece insostenible que sean dos violencias completamente distintas, la de entonces y la de ahora. Si uno condena la de ahora no entiendo cómo no condena la del 18 de octubre de 2019. El único argumento es el viejo argumento de defensa de la violencia en el sentido que hay un contexto que la explica. Ese argumento es el mismo que hemos escuchado durante 30 años, respecto de la violación de DDHH. Es un camino sin solución. Este intento de celebrar la violencia como origen de la constituyente es exactamente lo que hizo la dictadura durante toda su trayectoria: celebró el origen y su propia legitimidad con la violencia. No es ninguna novedad.
-Se ha planteado una amnistía a los presos por el estallido. ¿Puede ser una forma de pacificación?
-No es el camino. Si uno quiere discutir el tema de la lentitud de la justicia, eso hay que revisarlo. No es razonable que por una acusación bastante vaga, mantengas a alguien por meses y años en prisión preventiva.
-Este proyecto lo presentó Yasna Provoste, tu candidata.
-Ella defiende que no era eso lo que buscaba. En el fondo la candidata Provoste está tratando de salir de la incómoda posición. El indulto la mete en un mismo saco con aquellos que defienden a nombre de un contexto la violencia ejercida el 18 de octubre. Obedece a una cierta ambigüedad en la iniciativa original que tuvo un grupo de senadores.
-¿Ella es tu candidata?
-Ella es mi candidata. Pero no me impide tener mi propia opinión en estas materias que son de enormes consecuencias. Hoy día en Chile, hay un parteaguas entre aquellos que estiman que se puede ir por un camino institucional, donde está gruesamente la candidata Provoste, y los que creen que se pueden saltar las reglas del juego. Ella defiende lealmente los principios, los valores y las conductas democráticas, no tengo ninguna duda de eso.
-Carlos Peña criticó la actitud condescendiente de académicos e intelectuales con la violencia.
-Qué duda cabe, hay una corriente que abiertamente la justifica y que reclama como un factor de deconstrucción histórica la violencia. Suelen llamarse los destituyentes, en contra de los constituyentes: buscan destituir todo tipo de autoridad estatal y tienen orígenes anarquistas. Son grupos intelectuales minoritarios. Lo que hay en sectores más amplios del país es una confusión sobre la violencia: una parte de la academia y de la intelectualidad chilena vacila cuando se trata de condenarla y cae en el error de justificarla por el contexto. Que es lo mismo que hizo el pinochetismo.
-Marcela Cubillos dice que la futura constitución está hermanada con la violencia. ¿Estás de acuerdo?
-Esa es una discusión que está en pleno desarrollo. Marcela Cubillos se deja llevar por el derrotismo. Su postura es la de una anticipación de la derrota. Es un mal diagnóstico y una estrategia equivocada.
-Un tercio de la convención es de ultraizquierda. ¿Te preocupa?
-Hay una tensión permanente entre el octubrismo y el noviembrismo dentro de la Constituyente. Pero veo que hay sectores en la izquierda y en la derecha que están por llegar a acuerdos. No tengo una preocupación catastrofista.
-¿La campaña presidencial te parece polarizada?
-No. Hay un esfuerzo nítido de todos los candidatos por apuntar al centro. Todos en el fondo están moderando su lenguaje. La campaña de Boric es fantástica en ese sentido, hay diez declaraciones al día en que dicen: “No, nosotros no pensábamos esto, queríamos decir esto otro”. O sea Boric trata de aparecer mucho más moderado y lo mismo están haciendo los otros candidatos: todos están tratando de aparecer moderados. Tampoco me parece que los programas sean tan radicales, ni el de Kast ni el Boric. Ni extremadamente provocadores. En ambos lados hay muchas cosas que uno quisiera discutir porque pienso que no son adecuadas para la coyuntura actual del país, pero no me parece que la campaña sea un enfrentamiento catastrófico o pre quiebre revolucionario, nada de eso.
-¿Consideras a Kast de ultraderecha?
-Yo considero a Kast de una derecha conservadora con ciertos instintos autoritarios. Pero si uno es objetivo se ubica dentro de un marco de derechas que están dispuestas a convivir y disputar lugares de poder en la democracia. No me parece que sea una derecha que represente un quiebre con el sistema democrático, ni que esté buscando reponer un sistema autoritario, de restauración del pinochetismo. Me parece que estas son las típicas exageraciones en la discusión de la clase política.
Así como tampoco me parece que Boric sea un representante del bolchevismo y que esté por destruir la democracia. El y su FA no están en eso. El PC es mucho más ambiguo. Y eso es parte de los problemas que tiene la candidatura de Boric: no es la candidatura propiamente de Boric ni del FA, sino que es una alianza con un socio muy incómodo. Es un socio que no ha hecho las cuentas con su propia historia larga del comunismo durante el siglo XX y aparece lleno de ambigüedades respecto a si hay que aceptar o no las reglas del juego.
-¿Si pasaran Boric y Kast a segunda vuelta por quién votarías?
-Me vería en serias dificultades para votar. Muy probablemente lo que haría sería votar en blanco y hacerlo público en el sentido de declarar cuál ha sido mi razonamiento político para no apoyar ninguna de estas dos alternativas.
-¿Y entre Boric y Sichel?
-Igual. Yo pertenezco a un conglomerado histórico cultural, del cual me siento profundamente parte. Mirando hacia el futuro, me parecería mucho más razonable tener una oposición como la de Sichel. Lo que él ha tratado de encarnar, no necesariamente con éxito, abría un horizonte para una renovación profunda de la derecha. Para lo que viene en los próximos diez años convendría tener una derecha con ese talente, más dialogante, que cree en valores liberales, que se suma a promover reformas de la sociedad chilena. Eso facilitaría la convivencia democrática. Desde ese punto de vista me parecería más interesante que fuera Sichel el que estuviera en el balotaje. Pero no votaría por él.
-Boric ha tenido muchos problemas con las cifras. ¿Es algo menor o pone en duda algunas habilidades para ser presidente?
-No es tan grave como para decir que lo inhabilita ni tampoco tan trivial como para decir “en realidad no tiene por qué saber”. Creo que no se espera que el presidente sea un experto en los indicadores cuantitativos, pero si los va a usar tiene que saber de qué está hablando. No creo que haya sido un lapsus decir lo de los 400 mil millones de dólares, que es más que el PIB.
Eso demuestra no un problema de cifras, sino un problema de órdenes de magnitud. Lo mismo pasó cuando dijo que había que revisar todos los tratados internacionales, que son cerca de 100. Uno se pregunta qué sensibilidad, qué conocimiento tiene Boric para decir vamos a revisar todos los tratados, en un país pequeño, en un mundo globalizado, que vive precisamente de los tratados.
El riesgo no está tanto en que Boric maneje o no los números, el riesgo es que su equipo no conozca las dimensiones de Chile, sobre todo si quieres hacer cambios. En eso los he visto débiles. Por eso no estaría con Boric.
-¿En qué materia visualizas ese déficit?
-Hablan del Estado como si fuera una cosa extraordinariamente manejable a voluntad, cuando sabemos que es muy complejo, con muchas partes anticuadas, lleno de mecanismos internos corporativistas, con una burocracia mal formada. En vez de decir cómo van a cambiar o mejorar el Estado, dicen que lo van a llenar de más y más cosas y más responsabilidades, porque el Estado va a venir a resolver el conjunto de los problemas. Bueno yo espero que en el equipo de Boric empiecen a hablar otras voces con una visión más realista y constructiva de lo que puede hacer o no en el país.
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