¿Es Winter una candidatura de temer? Sí. Y he aquí por qué. Por Ignacio Imas

Ex-Ante

Hay factores estructurales que podrían tornar la candidatura de Winter en un actor de peso, más allá de sus bajos niveles de conocimiento o de adhesión espontánea en encuestas. El primero tiene que ver con el control territorial del Frente Amplio. Aunque algunos aún lo perciben como un proyecto eminentemente de elite, lo cierto es que ha logrado un notable avance en el plano municipal.


Es cierto que Gonzalo Winter no fue, ni de cerca, la primera opción presidencial del Frente Amplio. Al menos dos figuras precedieron su nombre en las conversaciones iniciales del bloque: la expresidenta Michelle Bachelet y el actual alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic. Ambos, sin embargo, declinaron involucrarse en una carrera presidencial que no solo se proyecta compleja, sino también incierta.

También se barajaron otros nombres, como el de la exembajadora y excandidata Beatriz Sánchez, aunque sin mayor proyección ni convicción interna. Con algunos traspiés, tanteos y resistencias, finalmente el diputado por Santiago terminó siendo ungido como el representante de su sector para las primarias de junio.

Este tipo de designación no necesariamente debe leerse como una señal de fortaleza. Al contrario, deja ver las tensiones internas del oficialismo, y particularmente del Frente Amplio, que hoy intenta defender su espacio político en un contexto adverso, donde las expectativas depositadas en el gobierno de Gabriel Boric han ido decayendo y el proyecto político inicial parece entrar en una fase de redefinición o repliegue.

En ese contexto, es entendible que algunos vean la candidatura de Winter como una movida más simbólica que estratégica. Si nos remitimos exclusivamente a los datos de encuestas, ninguna figura de las izquierdas aparece bien posicionada frente a un escenario de segunda vuelta. Dentro del arco oficialista, Carolina Tohá destaca como la mejor aspectada tanto en la primaria como en primera vuelta, según múltiples estudios de opinión. Winter, por su parte, no figura entre los candidatos competitivos.

Sin embargo, esa lectura puede ser incompleta si no se considera la lógica específica que rige las elecciones primarias. A diferencia de las elecciones generales, las primarias, operan con dinámicas propias: lo que está en juego es la capacidad de movilización, la organización territorial y la disciplina partidaria. Es una elección que se gana menos en las encuestas y más en los pasillos municipales, en las redes de militancia, en los círculos de base y en el “acarreo”.

La experiencia reciente muestra que, en elecciones primarias, los niveles de participación suelen ser bajos, lo que incrementa el valor estratégico del voto militante. Probablemente veremos el domingo 29 de junio locales de votación vacíos, pero un alto nivel de movimiento por parte de dirigentes territoriales, concejales, alcaldes y operadores políticos, todos desplegados para asegurar que su electorado clave concurra a votar.

En este tipo de escenario, las encuestas de opinión, particularmente aquellas realizadas a través de dispositivos móviles o correos electrónicos, pierden precisión: captan intención declarada, pero no necesariamente capacidad de movilización.

Dicho eso, hay al menos dos factores estructurales que podrían tornar la candidatura de Winter en un actor de peso, más allá de sus bajos niveles de conocimiento o de adhesión espontánea en encuestas.

El primero tiene que ver con el control territorial del Frente Amplio. Aunque algunos aún lo perciben como un proyecto eminentemente de elite, lo cierto es que ha logrado un notable avance en el plano municipal. En la elección pasada, ganó el control de cuatro de las diez comunas con mayor cantidad de electores del país: Maipú, Valparaíso, Viña del Mar y podemos decir también, Puente Alto. Chile Vamos controla otras cuatro, el PS apenas una, y un independente-PPD una más. El PC, no administra ninguna de esas comunas clave.

Este dato no es menor: el poder territorial no solo da visibilidad, sino que también otorga capacidad para activar estructuras electorales y movilizar votantes en una elección de baja participación como una primaria. Si Gonzalo Winter logra alinear a estos alcaldes y convertirlos en parte activa de su campaña, puede transformar su debilidad inicial en una fortaleza estructural. El Frente Amplio, en ese caso, tendría el músculo para empujar su candidatura, algo que el resto no puede hacerlo con la misma intensidad.

El segundo elemento clave es la capacidad de movilización militante. A marzo de este año, el Frente Amplio contaba con más de 60 mil militantes inscritos. Esta cifra supera holgadamente al Partido Comunista y al Partido Socialista, que bordean los 40 mil, y los 20 mil del PPD y el PR. Pero no es solo una cuestión de números: la militancia frenteamplista tiene un perfil joven, con mayor vocación organizativa y con experiencia en campañas, activismo digital y movilización rápida, especialmente en contextos universitarios y urbanos.

Por último, aunque puede no resultar un valor para una elección general, el ser integrante del partido del presidente Boric para esta elección es un valor. El mandatario cuenta con un 30% incombustible, que lo apoya a todo evento. Si Winter es capaz de jugar con eso, su alternativa continúa fortaleciéndose.

Estos tres factores configuran un escenario en el que Winter no puede ser simplemente descartado. Su candidatura, aunque sin chances claras de imponerse en una elección general, puede resultar altamente competitiva dentro de una primaria diseñada bajo una lógica muy distinta. En otras palabras, lo que en apariencia es una candidatura testimonial, puede terminar siendo la sorpresa de la jornada.

Por supuesto, todo esto está atravesado por múltiples incertidumbres. Sin embargo, lo que intento plantear, en suma, es que reducir esta contienda a los números que nos entregan las encuestas, puede subestimar a candidatos con estructura partidaria detrás.

El oficialismo optó por una carrera de largo aliento, de dos estaciones, recién vamos a la primera. Nadie puede olvidar que se necesita ganar en junio para alcanzar noviembre. Si se plantea una estrategia pensando que se tiene la primaria en el bolsillo,  se puede caer en un error estratégico vital.

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