Una candidata con reales posibilidades de llegar a La Moneda no puede darse el lujo de cometer errores de ese calibre. En política, la diferencia entre liderar y naufragar muchas veces está en saber cuándo callar, cuándo explicar y, sobre todo, cuándo no repetir los errores del pasado.
“Bocatto di cardinale” para el oficialismo. Justo cuando la izquierda atraviesa su peor momento, dividida por dos candidaturas del Socialismo Democrático, enfrascadas en una disputa fratricida por su lealtad o deslealtad con el gobierno del que forman parte. Además, con otros dos candidatos, Gonzalo Winter del Frente Amplio y Janet Jara del Partido Comunista que defienden las ideas de la propuesta constitucional que fue rechazada por el 62% de votantes.
- ¡Es en medio de este caos que aparece Evelyn Matthei poniendo sobre la mesa el tema del golpe de estado, las violaciones a los derechos humanos!
- Un bocatto di cardinale para un oficialismo carente de un proyecto político atractivo, reticente a despegarse de un gobierno que solo cuenta con el respaldo del 27% de la población, que no ha sido capaz de condenar unánimemente las dictadura cubana, venezolana y nicaragüense. Algunos de cuyos miembros saltaron, en clave chavista, a denunciar un fraude inexistente en Ecuador donde el “correísmo” fue brutalmente derrotado en las urnas.
Error grave. Tal vez Matthei se dejó llevar por el entusiasmo de Checho Hirane, que la entrevistaba en Radio Agricultura, cuando acotó un período de cuatro años —hasta 1978— dentro del cual, según ella, los muertos eran “inevitables”.
- Una fraseología profundamente desafortunada, que se presta para concluir que estaba justificando las violaciones a los derechos humanos. Algo que, en su larga trayectoria política, jamás había hecho. Lo que sí es efectivo es que justificó el golpe de Estado al afirmar que “nos íbamos derechito a Cuba”.
- Un error grave que le abre al oficialismo la puerta para intentar reponer la dicotomía democracia-dictadura como uno de los ejes de la campaña. Una estrategia que en tiempos en que la democracia está siendo amenazada en Estados Unidos por una derecha trumpista cada vez más agresiva, puede adquirir visos de credibilidad. Más aún si se considera la consolidación en Chile de una derecha radical que abiertamente se identifica con el discurso de Donald Trump.
Franqueza que roza con la imprudencia. Lo más sorprendente es que nadie le hace más daño a Evelyn Matthei que ella misma. Con una carrera política de décadas, una alta aprobación ciudadana y la ventaja de proyectarse como la carta presidencial más competitiva de la derecha, Matthei suele dispararse en los pies con declaraciones innecesarias que generan polémicas evitables.
- Su tendencia a hablar con franqueza —que algunos valoran como autenticidad— muchas veces roza la imprudencia, especialmente cuando se refiere a temas sensibles como el golpe de Estado o los derechos humanos. En vez de consolidar una imagen de liderazgo sereno y moderno, se expone a controversias que el oficialismo aprovecha con gusto, y que la alejan del electorado más moderado que necesita para ganar en segunda vuelta.
- Cada vez que una figura política dice que algo fue “inevitable”, se entiende como un intento de eximir de responsabilidad a quienes tomaron decisiones concretas. El golpe no fue una erupción volcánica. Fue un acto deliberado, planificado y ejecutado por actores civiles y militares que llegaron a la conclusión —errada o no— de que no había otra salida.
- Porque una cosa es entender el contexto del evento traumático, lo que implica analizar los factores subyacentes que llevaron a su ocurrencia; y otra muy distinta es validar, excusar o minimizar las acciones tomadas durante y después del golpe.
- Estudiar por qué pasó lo que pasó es esencial para aprender de la historia y evitar su repetición.
- El análisis basado en evidencia y guiado por principios éticos y valores humanos es la herramienta más poderosa que tenemos para no cruzar esa delgada línea que separa la comprensión de la justificación. Es la única manera de honrar la memoria de las víctimas y construir un futuro más justo y pacífico.
- En nuestro caso, este desafío es particularmente complejo, porque como suele ocurrir con los grandes eventos históricos, las cosas no son blanco o negro.
Comprensión histórica y validación ética. Allende quería hacer una revolución. Quería construir el socialismo en un país cuyo andamiaje jurídico-constitucional estaba diseñado para promover y defender el capitalismo. El choque era inevitable. Esa fue la contradicción fundamental que marcó todo su gobierno.
- Necesitaba nuevas leyes y, eventualmente, otra constitución, pero no tenía mayoría en el Congreso. Un nudo ciego que nunca pudo desatarse, pese a que durante el primer año de gobierno el Estado se había apoderado de la mayoría de los bancos y empresas del país, muchas veces por medios de dudosa legalidad.
- ¿Se podrían haber hecho las cosas de otra forma? ¿Se pudo haber evitado el golpe? ¿Pudieron los actores políticos de la época encontrar una salida democrática oportuna?
- Se necesita una reflexión serena y profunda sobre el contexto político, social y geopolítico que nos llevó al abismo, y que significó la pérdida de la libertad y la democracia.
- Material hay de sobra. Existe una vasta producción bibliográfica sobre la Unidad Popular y la figura del presidente Allende, escrita por autores de izquierda y derecha, por víctimas y victimarios, por protagonistas de la época y por representantes de las nuevas generaciones.
- Obras que, en muchos casos, han sido elogiadas transversalmente y que comparten una mirada más crítica de lo que fue la gestión de la Unidad Popular, los obstáculos estructurales que hacían inviable la instalación de un gobierno revolucionario sin reformar primero el marco institucional —algo imposible sin mayoría parlamentaria— y las presiones internas y externas que empujaron al gobierno a “estirar el chicle” hasta los márgenes de la legalidad.
- Así se da la paradoja de que, mientras en el ámbito académico se han analizado con seriedad las causas del golpe, en la política sigue existiendo un sector de la izquierda para el cual contextualizar lo ocurrido es un pecado mortal. Cualquier insinuación de responsabilidades compartidas se castiga con la etiqueta de “golpista” o “negacionista”.
- La interpretación de los eventos traumáticos —como golpes de Estado o regímenes totalitarios— siempre plantea el dilema entre comprender sus causas y justificar sus consecuencias. Es legítimo y necesario analizar las raíces de lo ocurrido, pero hay que tener claridad sobre los límites entre la comprensión histórica y la validación ética.
Liderar o naufragar. Ese límite, lamentablemente, fue traspasado por Evelyn Matthei. Sus palabras no solo abrieron una polémica innecesaria, sino que ofrecieron munición a sus adversarios en un momento bien delicado para Chile Vamos, que acaba de inventarse una “primarias express” para salir del paso y no quedar fuera de la franja electoral.
- Una candidata con reales posibilidades de llegar a La Moneda no puede darse el lujo de cometer errores de ese calibre. En política, la diferencia entre liderar y naufragar muchas veces está en saber cuándo callar, cuándo explicar y, sobre todo, cuándo no repetir los errores del pasado.
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