1. Colombia, 2002: Se han escrito hasta tesis académicas sobre el lema utilizado por el entonces candidato a la Presidencia de Colombia, Álvaro Uribe, el año 2002. Uribe, que había sido alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia, quería romper la hegemonía liberal-conservadora, y se presentó como candidato independiente. Ganó la elección y la reelección y fue presidente de Colombia entre el 2002 y el 2010. Los afiches lo mostraban con la mano derecha sobre el corazón, en alusión a su slogan. Recordemos que Colombia había enfrentado una dramática situación de violencia debido a la guerrilla, el narcotráfico y el enfrentamiento con las Fuerzas Armadas, en una difícil geografía que se tradujo en zonas completas del país controladas por la guerrilla y, obviamente, un Estado ausente.
2. ¿Por qué “corazón grande”?: El lema, que terminó haciendo sentido a la mayoría del país, aludía no solo a la “mano firme” frente a la guerrilla, el narcotráfico, la delincuencia, la corrupción y el desorden, que Uribe quería representar, sino también al “corazón grande” que significaba mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables de Colombia, con buenas políticas sociales, lo que a su vez requería de un crecimiento económico que generara empleo y también recursos para que el Estado pudiera gastar en lo social.
3. Chile, 2023: En nuestro país vivimos una crisis de seguridad ciudadana y desorden tal que resulta difícil ver el resto. A veces los grandes dolores “tapan” a los otros. Pero el dolor del desempleo, de las bajas pensiones, de la falta de acceso a la salud, de la mala calidad de la educación pública, sigue estando ahí. Diez años de estancamiento económico han dejado su secuela. La movilidad social se frenó, y por primera vez en décadas ya no es claro que la generación de los hijos va a tener una mejor calidad de vida que la generación de sus padres. Chile chapotea desde hace años en el pantano de la famosa trampa de los países de ingreso medio, y de la que se cuentan con los dedos de una mano los que han logrado salir.
4. Estado social y subsidiario: El crecimiento económico de los primeros veinte de los treinta años transformó a Chile en un país de clase media, con otros sueños y otras aspiraciones. Lo ha dicho Pablo Ortúzar en sus columnas cuando se refiere a la necesidad de una “tregua de élites”, que dé paso a un Estado social y subsidiario, “que ponga en línea al sector público y al privado en la conquista de servicios de calidad para las clases medias”. Eso es lo que necesitamos, y en ese sentido el “borde” constitucional que establece que Chile será un Estado social de derecho, no representa un problema sino una oportunidad si va acompañado de subsidiariedad, provisión mixta y libre elección.
5. Se “alinearon los astros”: Para poder financiar esos mejores servicios necesitamos recursos, y más que de un alza de impuestos deben venir del crecimiento económico que este “alineamiento de astros” puede provocar. Chile tiene exactamente lo que el mundo necesita en su lucha contra el calentamiento global. Tenemos cobre y litio para los autos eléctricos, energías limpias a los costos más bajos del planeta, e-fuels e hidrógeno verde. Y el mundo está dispuesto a pagar caro por eso, como ya lo muestran los altos precios del cobre y el litio. Necesitamos desarrollar esas industrias con sentido de urgencia, y que con esos recursos a través de mejores servicios los chilenos perciban un real “dividendo” proveniente de nuestro sol, nuestro viento y todas las riquezas que la naturaleza nos entrega.
6. Del país de los tres tercios, al de las dos mitades y al del 62%: En los años 70 se habló del Chile de los tres tercios (derecha, centro, izquierda). Luego con el sistema binominal empezamos a hablar del país de las dos mitades (salvo en las dos segundas vueltas de Sebastián Piñera, la centro derecha fue la mitad más chica), y hoy con voto obligatorio llevamos dos elecciones seguidas en que apareció el país del 62%. Representar ese 62% requiere un “arcoiris” que va desde el Partido Republicano pasando por Chile Vamos, el PDG, Amarillos y Demócratas , cada uno con su propio relato. Para la centro derecha, la mano firme, las oportunidades que provee el crecimiento económico, y el corazón grande, tienen que estar en la esencia de su relato. La buena noticia es que, si lo hacemos bien, el “arcoiris” que durante años representó a la Concertación, ahora cambió de lado.
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