Mayo 12, 2023

Boric atrapado en un tobogán. Por Arturo Fontaine

Ex-Ante

En el siguiente artículo, publicado en la revista mexicana Letras Libres este miércoles, el escritor y profesor de Filosofía de la Universidad de Chile y de la Facultad de Artes Liberales de la UAI, Arturo Fontaine, analiza la derrota del oficialismo en las elecciones constituyentes del domingo y las dificultades que acarrea para el gobierno del Presidente Boric, además del nuevo escenario en la oposición. “La centroderecha ha quedado muy golpeada por el resultado. Mi opinión es que los tres partidos que la integran deben fusionarse”, sostiene, refiriéndose a Chile Vamos.


Antes de la elección del 7 de mayo, al presidente Gabriel Boric se le ocurrió tirarse por un tobogán para niños en una plaza de Punta Arenas. Quedó atrapado adentro. Alguien filmó la escena con su celular: el presidente, con medio cuerpo apresado al interior del tobogán por unos largos segundos, lanza al aire unas patadas desesperadas. “Está atorado en el tobogán,” comenta asombrada la mujer que lo filma. Rápidamente el video se viralizó.

La escena cómica es una metáfora de la situación en que ha quedado Boric después de los resultados del domingo, cuando, por cierto, se elegían los miembros del Consejo que redactará la nueva constitución chilena. Esa era la cuestión y no otra. Sin embargo, una elección de esa naturaleza, en la que votó 85.8%, del padrón tiene efectos políticos.

Los resultados, como se sabe, favorecieron ampliamente al Partido Republicano (PR) que lidera el derechista José Antonio Kast, ex candidato presidencial a quien Boric derrotó en la segunda vuelta de los comicios de 2021. Los votos sumados de los diez partidos oficialistas no llegan a igualar los obtenidos por PR por sí solo: 33.7% contra 35.4%. Si a los republicanos se agrega la coalición de centroderecha, la oposición representa 56.4%. Boric y todo el gobierno se jugaron a fondo por el proyecto constitucional rechazado en septiembre pasado. La oposición de derecha y centroderecha ha logrado captar virtualmente todo ese voto de rechazo, algo que parecía imposible.

En comunas populares, como La Pintana, el PR sacó 34.2% y el Partido Comunista, que lo sigue, un 13.6%. En Antofagasta, en el Norte minero, sacó un 36.5% y el partido del Frente Amplio –al que pertenece Boric–, que le sigue, un 14%. En Tirúa, comuna con gran población mapuche y foco de grupos radicales promapuche, el PR obtuvo 65.3%, la alianza de partidos de centroderecha, un 16.2% y los partidos oficialistas, un 8.9%. En general, “el apoyo promedio a republicanos es mayor en las comunas que pertenecen al quintil más bajo de ingresos que en el quintil de ingresos más altos”, concluye un estudio de la Universidad del Desarrollo.

El voto republicano es una protesta contra la delincuencia, el narcotráfico, la inmigración ilegal, la violencia política. Canaliza un malestar distinto al que se expresó en la revuelta de 2019. Entonces, la revuelta era contra el statu quo. Las palabras eran: “dignidad” y “desigualdad”. Las llamaradas de entonces eran una purificación que necesitaba una sociedad corrompida por las colusiones empresariales, el financiamiento ilegal de la política y otros escándalos financieros de los poderosos. Pero la violencia y los desbordes anárquicos terminaron por potenciar la delincuencia y la impunidad, lo que ha engendrado una abrumadora demanda de orden. El reciente asesinato de un policía por una banda de inmigrantes venezolanos vinculados al narcotráfico es el caso que más ha impactado. Pero hay balaceras y funerales narco con alarmante frecuencia.

Esto significa que las fuerzas progobierno –que trataron de cabalgar la revuelta del 2019– tienen un apoyo que apenas supera el tercio. Ha quedado robustecido, entre sus partidarios, el bloque Partido Comunista/Frente Amplio frente al socialismo democrático, al que pertenecen la ministra de Interior y el ministro de Hacienda. Después del triunfo del rechazo en el plebiscito constitucional del año pasado, Boric dio mayor peso en su gabinete al socialismo democrático, un giro hacia la centroizquierda. ¿Hará ahora un giro en sentido inverso? Pero si lo hace, ¿qué viabilidad tendrán sus proyectos emblemáticos –reforma tributaria y sistema previsional– con un parlamento en el que no tiene una mayoría y que, ahora, por motivos electorales, le será más adverso?

Quizás el presidente deba negociar sus proyectos y ceder puntos sustanciales. Pero, en tal caso, ¿lo secundarán sus huestes de izquierda que han quedado fortalecidas al interior del bloque progobierno? El clima del país es hoy totalmente distinto y contrario al que permitió que triunfara. El asunto es más serio que una mera pérdida de popularidad.

Según la encuesta Pulso Ciudadano, los principales problemas del país en mayo del 2021 eran delincuencia, pensiones y salud. En mayo del 2023 son la delincuencia a gran distancia, seguidos de inmigración e inflación. La salud figura en el sexto lugar de importancia y las pensiones en el noveno. Las prioridades que justificaban el proyecto que lideró la alianza del Partido Comunista y el Frente Amplio han sido dejadas atrás por las grandes mayorías. ¿Cuánto conviene sacrificar dadas las circunstancias y cuánto conservar para no diluir su base de apoyo? El presidente ha caído por un tobogán y ahora está incómodo apresado ahí adentro por fuerzas contrapuestas.

¿Y qué pasará con la constitución?

El 4 de mayo, día de Star Wars, el líder de los republicanos, José Antonio Kast, apareció en un video que circuló en las redes vestido como como un jedi. “Hello there… Les voy a presentar al elegido por la fuerza”, dice con una sonrisa blandiendo una espada láser. Aparece, entonces, el candidato a consejero constitucional Luis Silva, sable en mano, y dice con voz grave y una media sonrisa: “Gracias, maestro. Pero no hay que olvidar la fe.” Y luego ambos: “Con la fuerza y la fe somos invencibles”. Entonces se ve el logo: “May the 4th be with you. Star Wars day.” Debajo: “El profesor Silva”. Así es el humor y la poesía política hoy. Y para la prosa están los noticiarios de televisión.

Ici même les automobiles ont l’air d’être anciennes
La religion seule est restée toute neuve la religion…*

“El profe Silva” obtuvo la primera mayoría del país, y una de las más grandes de la historia política chilena. Tiene 45 años, es profesor de derecho constitucional de la Universidad de los Andes y miembro numerario del Opus Dei. Esto implica trabajar como un laico cualquiera, pero con votos de obediencia, pobreza y castidad, vida en una comunidad del Opus, pero no sacerdocio. Los numerarios donan a la institución todo lo que ganan.

Por su formación y votación se espera que sea un líder influyente en el nuevo texto. Ha asegurado: “Nosotros no vamos a boicotear el proceso”. Ha reiterado que en materias morales no promoverá cambios respecto de la constitución vigente. En cuanto al aborto, con pragmatismo, se inclina por mantener la normativa actual que propició la presidenta Bachelet, que permite el aborto en caso de violación, peligro para la vida de la madre o inviabilidad del feto. Pero se opone a establecer el derecho al aborto libre. Silva parece estar consciente de que en estos asuntos, así llamados “valóricos”, posturas conservadoras como las de Kast y la suya suscitan apoyos y repudios viscerales. En las generaciones jóvenes ese repudio es mayor.

Una de las explicaciones que ha dado del triunfo es que interpretaron el sentir de la mayoría, que no cree que una nueva constitución solucionará los problemas que más afectan la vida diaria de las personas, como la delincuencia, el narcotráfico, la inmigración ilegal, la inflación, la salud, las pensiones, el medio ambiente, etc. En la elección de la Convención pasada, un spot publicitario invitaba a dibujar nuestros sueños en la nueva constitución. La Convención, a pesar suyo, persuadió a la inmensa mayoría de que la constitución no era una varita mágica capaz de realizar nuestros sueños. Esas expectativas absurdas que promovieron varios partidos de izquierda se derrumbaron. El PR canalizó el nuevo escepticismo que se ha instalado al respecto.

El estilo woke que estuvo tan presente en la Convención pasada –a ratos parecía una “performance” en un campus universitario– ha tenido repercursiones. El envilecimiento de los muros, estatuas y lugares públicos ha producido una reacción de repudio. La estética de octubre del 2019 se agotó. No se ven, casi, banderas mapuche, y la valoración a la policía crece en las encuestas. El domingo, el mismo Luis Silva contrastó los grafiti, la destrucción y el peladero que llegó a ser Plaza Baquedano, epicentro de la revuelta, con el pasto y las flores que se ven hoy. Un meme anti woke, que ya circuló después del rechazo, ha vuelto a aparecer en las redes. Dice: “Perdieron en todes lades. Qué pene tan grande”.

Entonces, ¿qué fue la revuelta de octubre del 2019? El dramaturgo Marco Antonio de la Parra dijo en una entrevista que en el malestar no se sentía la rabia del revolucionario, sino la rabia del consumidor estafado. Aunque sigo pensando que en el núcleo duro de la revuelta había una motivación política derogatoria del orden establecido, cada vez me parece más claro que el apoyo masivo que suscitó era de consumidores estafados y frustrados. Estafados por los escándalos financieros de las capas dirigentes y frustrados por el poco crecimiento económico. En la base del malestar subyacente –que sigue hasta hoy– está el estancamiento económico. El ingreso per cápita de Chile está virtualmente detenido desde 2014. Y eso después de décadas previas de alto crecimiento. Eso repercute en especial en los menores de cuarenta años que han vivido en un país muy distinto al que les tocó a sus padres.

Los escaños que tienen los republicanos en el Consejo Constituyente les permiten, si actúan unidos, vetar cualquier norma. Aliados con la centroderecha alcanzan las tres quintas partes de los votos con los que, a la larga, se aprueba una norma. La centroderecha ha quedado muy golpeada por el resultado. Mi opinión es que los tres partidos que la integran deben fusionarse. Algo análogo debiera ocurrir con los diversos minipartidos que integran el Frente Amplio. Chile tiene hoy 21 partidos en el Congreso. Parece mucho.

En ese sentido, una nota positiva: el Consejo Constitucional –dada su composición– podría aprobar ciertos principios del sistema electoral tendientes a disminuir la fragmentación del sistema de partidos. Ningún país puede funcionar bien con más de 20 partidos en el Parlamento. Los costos de transacción son enormes. Los proyectos de ley se desfiguran en el estira y afloja de las negociaciones. La gobernabilidad se resiente. Este es el problema central que tiene el sistema político chileno actual. La ley electoral del 2015 ha fomentado la creación de muchos minipartidos. El nuevo texto constitucional puede corregirlo. Unos seis o siete partidos grandes y con democracia interna es lo que la democracia chilena necesita.

¿Zonas de conflicto en el Consejo Constitucional? El papel del sector privado en materias de previsión, salud y educación. La izquierda y la derecha podrían chocar. En tal caso, los votos de centroderecha serían los que resolverían el conflicto. Todo esto, suponiendo que los diversos partidos actúen en bloque, lo que no es seguro. En cualquier caso, en materia económica, Kast está más cerca de Margaret Thatcher que de Marine Le Pen.

Los republicanos hasta ahora han estado en la oposición, y eso les ha permitido ser puros e inflexibles como cristal de roca. Esta es la primera vez que deben asumir una tarea de construcción en acuerdo con otras fuerzas políticas. Esas negociaciones ensucian un poco. Sobre ellos recae la responsabilidad de redactar un texto que no sea rechazado. Esta vez el repudio sería contra ellos. Les conviene evitarlo y, por tanto, moderar expectativas.

Si el nuevo proyecto constitucional es rechazado, seguirá vigente el texto actual, originado en la dictadura. Si la izquierda llama a rechazar, llama a mantener la constitución de Pinochet. Si llama a aprobar, podría estar validando un texto escrito por una mayoría de derecha y centroderecha. Boric sigue adentro del tobogán.

Con todo, el gobierno de Boric puede terminar bien. Para eso debe asumir de veras el desafío del orden –deben bajar los niveles de delincuencia e inmigración ilegal– controlar la inflación y lograr el último año un repunte económico. Respecto a lo último: si se actúa con rapidez y eficiencia para atraer inversiones privadas a la explotación del litio, el gobierno podría tener caja durante su último año. Difícil, pero no imposible. Al final de la película puede haber sorpresas. ~

* Apollinaire, “Zone”. “Aquí incluso los automóviles tienen un aire antiguo / La religión solo la religión sigue estando siempre nueva”.

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