¿Ha escuchado hablar del “efecto riqueza negativa” (negative wealth effect)? Este fenómeno económico vincula la percepción de la riqueza personal con el comportamiento del gasto, y su importancia se amplifica en contextos de incertidumbre financiera. Describe cómo una reducción en el valor de los activos, como inversiones o propiedades, puede llevar a una disminución en el gasto del consumidor, con consecuencias directas en la economía. Este efecto demuestra cómo los movimientos financieros pueden influir en la economía real.
Cuando los valores de los activos aumentan, las personas tienden a sentirse más ricas y, en consecuencia, a gastar más. Este fenómeno, conocido como “efecto riqueza positiva”, ha sido estudiado en contextos de bonanza económica. Sin embargo, cuando ocurre lo contrario, como en el caso de una caída bursátil significativa, los consumidores perciben una disminución de su riqueza, incluso si no han vendido sus activos.
En las últimas semanas, hemos presenciado una notable pérdida de valor en la bolsa de valores de Estados Unidos. El índice S&P 500 cayó cerca de un 10% en menos de un mes, pasando de 6,144.15 puntos el 19 de febrero a 5,521.52 puntos el 13 de marzo. Este descenso representa una de las peores semanas desde 2022 y ha generado incertidumbre en los mercados.
Diversos factores explican esta caída, entre ellos los efectos de la “Guerra Comercial 2.0” desatada por los recientes anuncios de aranceles por parte de EE.UU. Estos eventos han alimentado temores de recesión y ajustado las expectativas de política monetaria de la Reserva Federal, que enfrenta un entorno complejo entre la lucha contra la inflación y el mantenimiento del crecimiento. Además, las tensiones geopolíticas en varias regiones del mundo han añadido incertidumbre, un elemento que los mercados financieros tienden a castigar. Aunque significativa, esta caída no se compara con la crisis financiera de 2008, cuando el índice perdió más del 50% de su valor. Sin embargo, sigue siendo una señal de alerta para los inversores y los formuladores de políticas económicas.
En términos de pérdida bursátil, se estima que el mercado vio una disminución de aproximadamente 4,5 billones de dólares en valor. Esta cifra equivale a cerca de 14,5 veces el PIB de Chile, un dato que refleja la escala del impacto en los mercados financieros. Los sectores de tecnología y energía han sido los más golpeados. En particular, Tesla ha registrado una caída del 50% desde diciembre de 2024, debido a una combinación de incertidumbres regulatorias, ajustes en la demanda global y mayores costos de producción asociados a las tensiones comerciales.
El efecto de estas caídas no se limita a los grandes inversionistas. En Estados Unidos, alrededor del 61% de la población participa en el mercado de valores, directa o indirectamente, mediante fondos de pensiones y cuentas de retiro. Estudios sugieren que una caída del S&P 500 del 10% al 15% es suficiente para desencadenar el efecto riqueza negativa, ya que este rango de pérdidas afecta considerablemente la percepción de riqueza de los hogares. En consecuencia, estos suelen adoptar un enfoque más conservador, priorizando el ahorro y el pago de deudas.
Este cambio en el comportamiento tiene repercusiones importantes en la economía. En Estados Unidos, el consumo privado representa aproximadamente el 70% del PIB. Una reducción en esta categoría impacta la demanda de bienes y servicios, afecta los ingresos empresariales y, en algunos casos, provoca recortes de empleo. Estas dinámicas se exacerban en un entorno de incertidumbre económica como el actual.
Además, el efecto riqueza negativa no solo disminuye el consumo, sino que también afecta la confianza económica general. Consumidores y empresas, enfrentando un panorama incierto, tienden a postergar decisiones clave de gasto e inversión. Esto explica por qué las perspectivas de crecimiento económico de Estados Unidos se están ajustando a la baja. Incluso, la posibilidad de una recesión, que hace unos meses parecía improbable, ha regresado al centro de las discusiones económicas.
Finalmente, este tipo de shock podría generar un retraso generalizado en las decisiones de gasto. Los consumidores podrían optar por posponer compras importantes, como automóviles, mientras que las empresas podrían frenar sus planes de expansión, priorizando la reducción de costos. Este fenómeno de postergación puede agravar el impacto en la economía, prolongando los efectos negativos de las caídas bursátiles.
Aunque aún es pronto para confirmar estas tendencias con datos duros, los mercados estarán atentos a indicadores como la confianza del consumidor. Estas señales permitirán evaluar si estamos frente a un “efecto riqueza negativa” y su alcance. Por ahora, la caída del S&P 500 y su relación con este fenómeno ofrecen un ejemplo claro de cómo los mercados financieros pueden extenderse al ámbito de la economía real. Todo lo que queda, por ahora, es una noticia en desarrollo.
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