Hace un par de semanas, en este mismo espacio, aludimos positivamente a la retórica del Presidente Boric y su talento para conectar con las audiencias. Es más, señalamos que no nos sorprendía en lo absoluto que tras la primera cuenta pública su aprobación tuviera un alza significativa en las encuestas. Pero también hicimos un punto al señalar que la elocuencia de su oratoria no equivalía a capacidad para liderar a un equipo de gobierno que ya evidenciaba inconsistencias e incompetencias que atentaban contra la materialización del paquete de promesas realizadas.
Hoy, ya cumplidos los primeros 100 días de gobierno, los porfiados hechos vuelven a instalar las mismas preguntas sobre la capacidad de Boric para sincronizar con propósito colectivo y celeridad a un gabinete cuya inexperiencia le está pasando rápidamente la cuenta.
Mientras el Presidente, el Ministro de Hacienda y la Ministra Secretaria General de Gobierno parecieran ser los tutores de una orquesta con bajo fiato, el resto de los ministros y ministras, o se han arrancado del radar para no quemarse en la cancha, o han salido a trastabillones dejando una sensación de impericia e improvisación.
Con el transcurrir de la primera centena de días, se ha hecho evidente que el problema no es sólo Siches. A poco andar, a los errores de la ministra del Interior se sumaron los traspiés de Jeanette Vega y su vuelta de carnero luego de su improvisado comentario en relación a los presos políticos, y la contumacia del ministro Giorgio Jackson de condicionar la viabilidad del programa de gobierno (la gobernabilidad, en rigor) al apruebo de la nueva Constitución.
A lo anterior, se sumó un Marco Ávila en Educación adelantando y alargando las vacaciones de invierno de los escolares sin considerar la dimensión del cuidado de niños y niñas y obviando completamente la perspectiva de género en un gobierno declarado feminista. La ministra de la Mujer tuvo que lanzarle el salvavidas “estamos trabajando para poder encontrar soluciones”. Esta semana, a propósito del cierre de la fundición Ventanas, también vimos a la ministra de Minería, Marcela Hernando, acusando falta de diálogo previo con los trabajadores y confrontándose con Maisa Rojas de Medio Ambiente por considerar la decisión un acto impulsivo definido a sus espaldas el mismo día del anuncio.
Como si no bastara para 100 días, esta semana se filtró el denominado error administrativo que reemplazó el término “Primera dama” por el nombre natural de Irina Karamanos en un acto que entremezcló prácticas bananeras con infantilismo monárquico.
Para qué seguir. Esta recurrencia de errores y posteriores rectificaciones (bienvenidas, por cierto), expresan bien una de las grandes contradicciones que carga este gobierno cuyo discurso apunta a atender problemas estructurales de la sociedad del siglo XXI, pero que se articula sobre un grupo de ministros y ministras sin pericia ni una buena coordinación intersectorial, reforzando permanentemente en la ciudadanía la idea de una gestión improvisada y desprolija.
Huellas de este primer periodo del gabinete que inevitablemente llevan a la pregunta sobre los cursos de acción que tomará el Presidente para que su gobierno deje de dispararse en los pies, afectando la confianza que la ciudadanía depositó en él hace tan sólo unos meses.
Al respecto no es descabellado pensar en un cambio de gabinete antes del plebiscito del 4 de septiembre. El Ejecutivo ha sido majadero en asociar el despliegue de su programa al éxito de la Convención Constitucional, generando un vínculo indisoluble para la ciudadanía entre ambos. Si el apruebo y la aprobación al gobierno siguen corriendo por un mismo carril como es muy probable que suceda, y el gobierno sigue dando pasos en falso, más temprano que tarde el Presidente Boric se verá compelido a buscar un punto de inflexión y ejercer su liderazgo.
Para ello deberá cambiar piezas y mejorar la coordinación interministerial con miras a recuperar la confianza de la ciudadanía y no mermar las posibilidades del triunfo del apruebo al transformar el plebiscito del septiembre en un juicio al gobierno antes que al texto.
Es así como las derivaciones de los errores del gabinete en estos primeros 100 días y la incertidumbre que suscitan las idas y vueltas comunicacionales, tienen implicancias políticas a gran escala que pueden afectar no sólo la evaluación de la gestión de Boric, sino también condicionar el ordenamiento jurídico, político y social del país.
Cuando Milei tuitea “tenemos que hablar, Elon”, lo que se percibe es un presidente proactivo, preocupado de atraer inversiones, y dispuesto a sentarse rápido con el hombre más rico del mundo para concretar negocios que sean buenos para su país. Eso es lo que echamos de menos.
No hay que sentarse en los laureles. Chile ha decaído en los indicadores de percepción de la corrupción en los últimos 10 años y no hay semana en que un escándalo no golpee a la ciudadanía. Estas crisis deben ser oportunidades con visión de Estado para fortalecer nuestra institucionalidad y aislar a quienes están dispuestos […]
Si queremos salir del hoyo en que estamos, requerimos de nuevos líderes que nos hagan recuperar la estructura normativa, pero de manera más ética y no autoritaria. Necesitamos urgentemente salir del marasmo y la anomia, para mirar el futuro con esperanza.
Mientras el Presidente posiblemente considera que sus buenas intenciones de origen lo hacen digno de todos los perdones que reclame, gran parte de la sociedad, a estas alturas, ya mira sus disculpas con recelo. Más aún si estás habitualmente ocurren cuando el mandatario está en problemas o se aparecen motivadas por circunstancias electorales.
Los partidos gobiernistas hicieron todo lo posible para erosionar, aportillar y quitar legitimidad a la Constitución vigente, al punto de declararla muerta, pero, ahora piden mantenerla. Socavaron irresponsablemente las bases de la institucionalidad, alentaron el “parlamentarismo de facto”, al punto de aprobar artículos transitorios a la Constitución para… ¡permitir el retiro de los fondos previsionales! […]