Julio 23, 2022

Perdiendo el control: la crisis de seguridad mirada desde el progresismo. Por Bernardo Solís

Ex-Ante

Con un capítulo explosivo sobre la droga y la corrupción, el libro del senador Quintana repite una idea que se le ha pasado por alto al actual gobierno: que la seguridad no es un tema de derecha sino “un derecho para todas las personas, como un mínimo necesario para desarrollar cualquier proyecto de vida”. 


Crisis de seguridad. Perdiendo el control. Radiografía de la Seguridad Publica en Chile (Catalonia, 2022, 319 páginas) del senador PPD Jaime Quintana, es la historia y la presentación de las causas y soluciones para la crisis de seguridad que afecta al país desde hace al menos cuatro años.

  • Quintana ya había escrito otro libro: Sírvanse conectar, la historia del acuerdo constitucional de 15 de noviembre de 2019, que impulsó y defendió desde la presidencia del Senado. Ahora, desde una mirada de centroizquierda, escribe sobre  las propuestas que han rondado en el Congreso y que rondaron en el gobierno de Piñera para enfrentar la crisis. Con ese prisma es que sistematiza acuerdos nacionales, proyectos de ley y decisiones de autoridades.
  • El libro repite una idea que se le ha pasado por alto al actual gobierno: que la seguridad no es un tema de derecha sino “un derecho para todas las personas, como un mínimo necesario para desarrollar cualquier proyecto de vida (…) A fin de cuentas, la seguridad pública no es una burbuja, sino que se interrelaciona con todos los contextos posibles de una sociedad como la nuestra que, además, se encuentra viviendo su propia crisis de identidad”.
  • En Perdiendo el control no faltan tampoco los pasajes acerca de La Araucanía, región a la que representa Quintana, pero enfocados en la misma crisis que se propuso “radiografiar”.

 El carabinero y la reforma.  Quintana cuenta que acercarse a este tema no fue fácil. Escribe: “Mientras redactaba estas páginas, compartí un avance con un amigo santiaguino muy asiduo a las redes sociales, quien me dijo sin anestesia: ‘está bien tu libro, pero para qué te metes con los Carabineros, no ves que en Twitter los hueones dicen que mataste a un paco’”.

  • De ahí el senador cuenta lo ocurrido en febrero de 2015: el accidente en que atropelló a un funcionario policial que, con ropa de camuflaje, fiscalizaba al conductor ebrio de un camión. “Lamentablemente, y sin importar los hechos, mi honra, ni menos la memoria del cabo fallecido, se multiplicaron las más increíbles versiones falaces, desde exceso de velocidad, pasando por un supuesto estado de ebriedad, los documentos vencidos y hasta que me habría dado a la fuga, cuestiones que fueron judicial y categóricamente desestimadas en las todas las instancias”.
  • El senador entra la parte de las policías entrevistando a antiguos funcionarios y al General Director de Carabineros y al Director General de la PDI.
  • Los exfuncionarios de Carabineros, cuenta Quintana, le narran cosas desagradables. Uno de le dice: “los oficiales tienen mucho poder (…) Le cuento que cuando llegó un vehículo Dodge a la unidad (que, dicho sea de paso, eran muy gastadores y se compraron más de 400 de una vez para reemplazar a los Toyota, que eran mucho más funcionales y menos costosos) lo tomó mi mayor para todos sus desplazamientos y nunca más supimos de él, mientras los patrullajes se seguían haciendo en una camioneta vieja”. Otros ex carabineros le hablan de las consecuencias de vivir con dos escalafones y también de los turnos inhumanos que enfrentan.
  • De la PDI, Quintana recoge con ex detectives el abandono del Estado. En el museo institucional, por ejemplo, se encuentra con vehículos que en su momento fueron destinados a Carabineros pero que éstos no aceptaron y se transformaron, en los noventa, en la gran renovación de la flota vehicular de los detectives. “Da para pensar el hecho de hacer llegar a la PDI los implementos que otros instituciones han descartado”, reflexiona él.
  • Con los jefes de ambas instituciones, Quintana aborda la reforma policial y los Derechos Humanos (con Ricardo Yáñez, el general de Carabineros) y cómo enfrentar los delitos del futuro (con Sergio Muñoz, el director general PDI).
  • Quintana es de los pocos políticos que tiene un diagnóstico del problema. Y que es la base del problema: una discusión histórica, dice, que viene de la dualidad de funciones de las policías. “Muchas de estas discordancias tienen que ver con los orígenes de dichas instituciones, pues Carabineros de Chile desde su fundación ha tenido una función preferentemente enfocada en la prevención del delito, mientras que la Policía de Investigaciones, haciendo honor a su nombre, tiene una tarea primordial en relación con la investigación de los delitos una vez cometidos”.
  • “Si bien todos los gobiernos se han referido de una u otra forma a esa materia, es solo desde la entrada en vigencia de la Reforma Procesal Penal y la conformación del Ministerio Público que algunas funciones comenzaron a entrelazarse debido a la discrecionalidad que su Ley Orgánica asigna a los fiscales para requerir el apoyo de una u otra policía en las diligencias investigativas. Todo lo anterior se ha traducido en un servicio policial deficiente en el que ninguna de las dos fuerzas logra adquirir una verdadera especialización”, escribe.

Fiscales. En tiempos de elección de Fiscal Nacional, el libro de Quintana incluye lo que piensa una de las personas que ha sido mencionada en los medios como probable candidata a suceder a Jorge Abbott.

  • Se trata de la abogada Marta Herrera, directora de la Unidad Especializada en Anticorrupción de la Fiscalía Nacional que describe la relación con las policías, una relación en la que –cuenta Quintana que dice ella– “se ha instalado la idea de que son ‘socios’, pese a que legalmente las policías están subordinadas a los fiscales, algo que según Herrera ‘no se ha logrado entender del todo y nos ha tenido pasando la cuenta durante largo tiempo’”. Herrera plantea que “todos los policías, tanto de Carabineros como de la PDI, debiesen ser formados por academias de fiscales”.
  • El fiscal Luis Toledo, Director de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas de la Fiscalía Nacional, tiene una mirada parecida: es partidario que la Fiscalía participe de la evaluación de los ascensos de los policías y, ante la pregunta de Quintana acerca de la conveniencia de que la PDI dependa íntegramente del Ministerio Público y Carabineros de Interior, dice que eso precisamente fue su planteamiento alguna vez. Tampoco le gusta la duplicidad de laboratorios de criminalística entre Carabineros, PDI e Instituto de Salud Pública.

La corrupción y la droga. El capítulo sobre la droga es explosivo, porque Quintana asume el rol de periodista y asegura haberse reunido con anónimas vecinas de la Región Metropolitana para conocer cómo es vivir en barrios donde el narco florece. La narración es dura: “me cuenta que el narco respalda a la comunidad en áreas en las que hay necesidades, brindando apoyo en servicios funerarios, sillas de ruedas, alimentos, colchones antiescaras y otras cosas, como parte de una extendida red de clientelismo y dependencia. ‘Tienen mucho, pero mucho dinero, y eso les permite actuar más rápido que el municipio, que tarda mucho en prestar ayuda’, comenta”.

  • También le cuentan de corrupción. Alguien le dice: “Los narcos pagan. Cada cierto tiempo algunos funcionarios policiales ‘van a pagarse’ donde ‘los que la llevan’ a cambio de silencio o información, pero no solo eso. Los narcos también tienen la capacidad de sobornar a personeros de la justicia y pagar los mejores abogados, quienes hacen todo lo posible por reducir o anular sus condenas”.
  • La corrupción llega más lejos: algunas iglesias cristianas, dice Quintana que le cuentan sus fuentes, “son para lavar dinero mediante la figura del diezmo”. Agrega el senador: “Me explican que dado que el diezmo es voluntario no existe un ingreso definido, por lo que los narcos inflan las supuestas donaciones, construyendo templos para justificar el dinero que manejan. En esta misma línea se explicarían los autos que se necesitan para lavar dinero, para mover la droga, y para hacer cualquier operación ilícita de la cual no quede registro, desarmándolos y vendiéndolos por piezas”.

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