El Consenso de la plaza indica que el futuro del Gobierno de Gabriel Boric está indisolublemente unido al futuro de la convención constituyente. De ese razonamiento se sigue que el próximo plebiscito no solo decidirá si se aprueba o rechaza una nueva carta fundamental, sino que será también una consulta sobre el Gobierno.
El siguiente paso en la lógica descrita es afirmar que el Gobierno no podría reponerse de un rechazo a la constitución y por ende ha de jugarse el todo por el todo a su aprobación. Los entusiastas del proyecto constituyente son enfáticos a ese respecto y no pocos en el Gobierno parecen convencidos de esos designios. Lo que esta melodía oculta, sin embargo, es que el triunfo del apruebo también trae aparejados riesgos, los que, en caso de seguir como terceros excluidos en el análisis, podrían ser para Boric como los cuidados del sacristán.
Los riesgos del rechazo son bastante evidentes. Un texto que nace de una instancia en la que el propio presidente se jugó -en contra de muchos de sus actuales compañeros de ruta- es, en parte, un proyecto del propio Boric. Junto con eso, que su coalición de referencia sea la autora principal de la propuesta y que la visión política de su generación aflore en cada párrafo, hacen del texto constitucional en ciernes una especie de testamento político de la generación de Boric, Vallejo y Jackson.
Perder algo que se quiere y que se busca nunca es una noticia alegre, pero en política son muchas las derrotas que preceden al éxito y viceversa.
Los riegos del apruebo, en tanto, son más sutiles, pero revisten características tectónicas. Para analizarlos tenemos que remitirnos a los cimientos del gobierno en curso.
La fisura que recorre al gobierno a todo su ancho es la de las dos coaliciones que cohabitan en su interior. Dos coaliciones que importan un punto más de complejidad respecto a las clásicas dos almas (que las hay) con la que han debido lidiar los predecesores de Boric. Apruebo Dignidad y el llamado Socialismo Democrático demuestra cada tanto no solo que no ven el presente con los mismos ojos sino, sobre todo, que no tienen la misma evaluación del pasado. Y esto, cada tanto, sale a flote.
La fisura del gobierno es también la fisura de los grupos del apruebo en la convención. Una muestra muy nítida es posible de apreciar en el debate actual sobre las normas transitorias y las adecuaciones al borrador constitucional. Mientras apruebo dignidad coquetea con la idea de usar la constitución como un decreto revolucionario, que podrá ser progresivo en lo que toca a las adecuaciones sectoriales pero que en materia política aspira a regir “in actum”, el Colectivo Socialista ofrece resistencia a nombre de una transición entre la antigua y la nueva república.
Este es el debate que está en la base de la disputa por el cerrojo de los 2/3 que impulsan los colectivos de izquierda. Mientras el Frente Amplio y el PC apuestan por que el apruebo deje interdicto al actual congreso (vía la norma de los 2/3), los Socialistas se preguntan, con razón, si su posición relativa en el Gobierno tendrá sentido frente a un sistema político que se desplegará sobre una hoja en blanco y donde los grupos con los que ahora conviven en un plano de igualdad (derivada de la derrota de Daniel Jadue en primarias) presumiblemente volverán por sus fueros y tocando tambores de guerra.
Y es que, tal como ocurre hoy en materias cotidianas de la administración del Estado, cuando socialistas y comunistas llaman a aprobar la nueva constitución no están pensando lo mismo en términos de lo que esto implicará en la práctica.
El ímpetu revolucionario que cada tanto se asoma en declaraciones altisonantes de Jadue; en los llamados de Atria a proteger la constitución de las garras del actual Congreso o en las propuestas para implementar la nueva carta magna suspendiendo ciertos ritos democráticos pos de su correcta y pronta instauración, podría subir mucho de volumen tras el triunfo del apruebo y terminar convirtiéndose en una fuerza que aspire a adelantar, por la izquierda, el proyecto reformista que tenuemente ha dibujado la actual administración.
Así las cosas, bajo determinadas circunstancias el triunfo del apruebo podría dejar al Gobierno como parte de una institucionalidad política interdicta y terminar por quebrar la débil cohabitación de los partidos que hoy sustentan la administración. Y no se percibe que éste sea un escenario que el Gobierno se encuentre analizando.
Se trata de un escenario pesimista, la mejor forma de evitarlo y reducirlo a la categoría de “happy problem” es incorporando su probable ocurrencia dentro de la matriz de riesgo y tomando medidas para disminuir su probabilidad. Hay una expresión que usan los niños cuando le temen a algo y dicen “si no lo miro, no me ve”, lamentablemente, las cosas son algo más complejas cuando se llega a la vida adulta y ese tipo de fórmulas no parecen adecuadas en estos casos.
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