Seguramente la senadora de la democracia cristiana Ximena Rincón está observando la instalación del gobierno desde su palco, como tal como advirtió que lo haría hace un par de meses en el Senado, cuando ante un micrófono supuestamente apagado le dijera entre risas al senador Jorge Pizarro, que el gobierno de Gabriel Boric “sufriría”.
Rincón sabe exactamente cuáles son los costos de instalar y mantener a una coalición de gobierno. De hecho, ella misma lo vivió. Como ministra de la segunda administración de Michelle Bachelet, la senadora pasó buena parte de su tiempo enfrentando fuego amigo, al igual que el resto de los representantes de la primera línea de su partido.
Lo ocurrido en las dos primeras semanas del gobierno muestra que la historia se repite. El problema de Boric no es la oposición, es el oficialismo. En particular, todos los partidos y representantes que se consideran parte de la alianza de gobierno, pero que se ubican más de izquierda que el presidente.
Hasta ahora, el protagonista de la disidencia ha sido el alcalde comunista y francotirador por excelencia, Daniel Jadue. En solo dos semanas de gobierno, ya le ha sacado en cara al presidente sus vueltas de carnero frente a temas tan controversiales como el retiro de fondos de pensiones y el tema de presos políticos. Para qué mencionar que también lo trató defensor del neoliberalismo, por su nominación de Mario Marcel en Hacienda.
Para explicar el por qué de las criticas de Jadue a Boric muchos se remontan al ciclo de elecciones primarias presidenciales de la coalición en 2021, pues fue allí cuando comenzó el círculo vicioso de criticas pasiva-agresivas. Pero sería una lectura solo parcialmente correcta, pues la bronca viene de antes. De hecho, antes de que Boric le ganará a Jadue, Jadue simplemente no consideraba a Boric como un rival. Por eso, la diferencia entre la rocosa relación entre los dos titanes no comienza ni termina con las primarias presidenciales. Ese incidente, y los que han ocurrido después, son solo la punta del iceberg de una relación mucho más compleja y profunda.
El verdadero motor de la tensión está en la diferencia entre los partidos y movimientos que los apoyan. Mientras que el antiguo Partido Comunista de Jadue, tiene una visión sólida que mira al largo plazo con nitidez, los nuevos colectivos que apoyan a Boric, son pragmáticos y maleables al contexto político y social del momento.
Cuando Jadue dice que teme que el gobierno de Boric se convierta en una segunda Nueva Mayoría, lo dice porque cree que el presidente está dispuesto a moverse hacia el centro si debe hacerlo. Sabe que, si Boric se ve constreñido por las limitaciones de lo políticamente posible, se moverá del programa sin escrúpulos. Y el solo hecho de que eso sea un escenario viable vuelve su posición crítica una posición necesaria.
Para empezar, a Jadue le conviene mantener al gobierno tensionado. Primero, porque es una forma de forzar que las cosas se hagan. Ese es el espíritu, tras frases como “el día en que Gabriel se tuerza un milímetro de la línea del programa, me van a tener a mí primero en la línea de denuncia y cobrándosela”. Pero, evidentemente no es todo.
A Jadue le conviene no solo mantener la tensión para avanzar programáticamente, sino que también para consolidarse como la principal disidencia al gobierno con el peso histórico que eso implica. El Partido Comunista siempre ha ocupado una estrategia de compromiso intermitente, mostrándose a favor y en contra de distintos hechos, eventos y posturas de forma simultanea.
Por ejemplo, para el plebiscito de 1988 el Partido Comunista estuvo en contra de los términos de la transición a la democracia, y por lo tanto se opuso al proceso. Y no solo eso, simbólicamente se mantuvo al borde del sistema por dos décadas, luego de que Gladys Marín desistiera sistemáticamente de pactar con la Concertación para acceder a espacios de poder.
Fue solo tras el pacto por omisión de 2009, y luego del trato formal con la Nueva Mayoría el 2013, que el PC empezó a ganar espacios en el poder. Pero, siempre, históricamente, e incluso antes de 1973, el partido se ha mantenido al margen del compromiso con otros partidos y movimientos, primordialmente porque le permite siempre estar “en contra del sistema” y “con la gente”.
Lo que está ocurriendo ahora no es distinto. Las criticas de Jadue a Boric son advertencias de que el partido tiene un pie dentro y un pie fuera del gobierno. ¿Acaso hay alguna duda de que Jadue, y la primera línea del Partido Comunista, empujaría por remover a la tienda de la administración de Boric si es que el presidente comienza a hacer demasiadas concesiones al centro?
Pero lo más probable es que la moderación ocurra igual. Con Marcel en Hacienda, simplemente será imposible adoptar un programa económico heterodoxo a la Ramón López. Por lo tanto, lo que hace Jadue es simplemente marcar la línea de falla, para que cuando ocurra el quiebre, pueda decir que la advertencia estaba hecha.
Pero ¿cuál es el objetivo final? Uno podría pensar que, con varios ministros en el gobierno, una embajadora en Buenos Aires y el contingente legislativo más grande que ha obtenido en medio siglo, el Partido se quedaría tranquilo. Pero no, no es el caso. El PC, y Jadue, quieren llegar a la cúpula. Y para eso, debe seguir creciendo, y para seguir creciendo, debe avanzar a mayores espacios de decisión dentro del gobierno.
En ese sentido, el PC se busca instalar no solo como el sector auto flagelante de la coalición, como lo fue en la Nueva Mayoría, sino que también como el legítimo defensor del pueblo. El discurso del PC en los próximos años estará enfocado a ahondar vínculos con los sectores que puedan sentirse olvidados por el gobierno de Boric.
Cuando la Nueva Mayoría debutó en 2014, nadie pensó que la coalición duraría solo cuatro años. Aun así, se quebró. En medio del drama, la DC terminó abandonado la coalición y siguiendo su ruta propia. El PC, instigador del quiebre, también terminó abandonando la empresa para seguir su propio camino. Si el gobierno no se corre significativamente a la izquierda, y el PC no se mantiene como la principal accionista de la coalición, la historia se repetirá una vez más.
El PC gana dividiendo a los propios y a los ajenos. Jadue ya tiene advertido a la primera línea del gobierno, del presidente hacia abajo, y Teillier no dudará en remover a sus ministros del gobierno si la aprobación popular comienza a caer.
Esto deja al gobierno de Boric en una posición vulnerable. Pues, luego de haber asumido el desafío con un programa de izquierda, cada milímetro que se corra al centro será un punto favorable para el PC. El gobierno necesita tener un plan B para lidiar con el PC mientras este permanezca en el gobierno, y un plan C para evitar el descalabro que vendría si es que el PC finalmente decide evacuar estratégicamente. No todo es predecible en política, pero el PC es de esos partidos que no cambian. No solo es el partido más antiguo del país, es también, fuera de toda duda, el partido más consistente de todos.
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