La jefa del Gabinete del presidente Boric comenzó con el brío propio de su generación e inspirada por la ética y estética de ella. Estos elementos distintivos, sin embargo, aunque le han servido para tener notoriedad y para lograr la aparentemente anhelada diferenciación con sus predecesores, le ha traído también más de un conflicto. Y, dada su posición central en el tablero del poder, estos deslices podrían acarrearle graves consecuencias.
Sus primeros errores -y probablemente los más graves-, se dieron con ocasión de la frustrada visita a La Araucanía. Como suele ocurrir en estos casos, más que un error, la actuación de la ministra derivó en una cadena de equivocaciones, detonada por la emboscada armada que recibió su comitiva y agravada por los sucesos y declaraciones posteriores.
La ministra intentó primero minimizar lo ocurrido; luego, endosar la responsabilidad a la incomprensión del establishment para con la cosmovisión mapuche e incluso sugirió que había elementos de lenguaje de la prensa que eran, en parte, causantes del fenómeno. En la vorágine de apariciones para intentar convertir un recibimiento a balazos en un asunto de falta de empatía, la titular de Interior habló incluso de la existencia de presos políticos, cuestión que debió luego ser relativizada por otros miembros del gabinete.
La gravedad de lo ocurrido en Temucuicui se develaba tangencialmente como correlato de los intentos de Siches por salir jugando. Lo primero que estaba pasando en esas horas es que la apuesta más riesgosa del presidente -la primera ministra de interior mujer y una figura sin partido como líder, no de una, sino de ¡dos coaliciones- estaba expuesta y con ello todo el diseño de gobernanza del Ejecutivo quedaba en entredicho.
Esta sensación se agudizaba conforme pasaban los minutos y, en vez de respaldo, la ministra recibía críticas desde el PC; desde la convención constituyente y hasta de su anfitrión en Wallmapu. Curiosamente, el mismo Covid que la llevó al estrellato cuando era presidenta del Colegio Médico, le dio un respiro cuando las emboscadas parecían no detenerse… Tal vez el virus si podía convertirse en buena persona.
Pero en su retorno a la palestra, la ministra ha repetido ciertas partes del guión que la dejó en el ojo del huracán en su primera semana. En su discurso ante el empresariado reunido en Icare, Siches condimentó sus posiciones con una dosis de sociología de matinal, abriendo un conflicto tan artificial como innecesario, con una expresión poco feliz sobre cómo opera la justicia en Chile.
Es probable que las expresiones de Izkia Siches, en este y en otros casos, sean de gran ayuda para la identificación con una audiencia que ve en ella un conjunto de valores y de juicios que le son afines, pero como ministra a cargo de la gestión política y del orden público, dotada para ello de un conjunto de instituciones a sus órdenes, sus declaraciones no son apreciaciones personales. Lo que queda en los entresijos del poder es que en su segunda aparición protagónica, la ministra del Interior percutó un segundo disparo a otro poder del Estado, al que primero acusó de encarcelar personas por sus ideas y luego de hacerlo por su origen social.
Junto con lo institucional, convendría que la ministra tomara nota de la soledad política en la que se encuentra y que ha quedado en evidencia en distinta magnitud tras cada error que ha cometido. Siches, como en su minuto sucediera con Hinzpeter y Peñailillo, debe su posición y poder a su único superior directo y esto, que en apariencia es una ventaja, se devela como un flanco cuando lo que prima a su alrededor es una descarnada lucha por la hegemonía entre partidos, movimientos, culturas y almas, según sea el caso.
Como camina en soledad, ante cada desliz, la ministra de interior se expone al fuego amigo y, a corto andar, cada uno de esos disparos alcanzará también su fuente de poder: el presidente. En una administración en que la ministra de Bienes Nacionales pautea vía twitter al gobierno, no parece sensato contar con la adhesión por jerarquía ahí donde no existe adhesión por complicidad. Por lo mismo, Izkia Siches haría bien en cuidar más sus relaciones institucionales, porque todo apunta a que no serán las relaciones políticas las que la ayudarán a lograr su cometido.
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