Me he referido con anterioridad a las disputas de la centro-izquierda. Hace un tiempo aludí a cómo la Concertación comenzó a perder sintonía con la ciudadanía al ser incapaz de procesar proactiva y propositivamente el conflicto interno entre sus dos almas, una autoflagelante y otra autocomplaciente.
La manzana de la discordia no cayó tan lejos del árbol y se repite la historia en la coalición del Presidente Boric, confrontada internamente desde el inicio de su gobierno entre dos almas: una más pragmática y gradualista, representada por el socialismo democrático, y otra más idealista y refundacional, representada por el PC y sectores del Frente Amplio. Correlatos en tensión que también se ven expresados en la interpretación de cada sector sobre cómo enfrentar el plebiscito de salida: unos están por aprobar a secas sin proponer una agenda de reformas, otros por aprobar con el compromiso previo de reformar.
Ahora bien, poco se ha hablado de la dinámica interna de la derecha, de sus entrañas de cara al plebiscito, donde también conviven interpretaciones disímiles sobre el significado de un eventual triunfo del rechazo.
Por un lado, Chile Vamos mantiene un discurso de disposición a rechazar para mejora y se, compromete con una nueva constitución que garantice los aspectos para ellos “positivos” de la actual propuesta, como los derechos sociales, ambientalismo y que reconozca la multiculturalidad del país, entre otras cosas. Una apuesta en sintonía con la mayoría de la población que no aspira a mantener el statu quo constitucional en caso de ganar el rechazo y, que de resultarle a Chile Vamos les daría manija de conductores protagonistas del proceso de reformas ya comprometidas por el sector. Y, cómo no, de paso potenciar y dejar bien instaladas sus apuestas presidenciables.
Pero estas promesas de Chile Vamos no necesariamente están alineadas con las motivaciones de quienes están a su derecha. Suponer que los republicanos permanecerán impávidos, escondidos o “submarineados” frente al plebiscito es, a lo menos ingenuo. Tan cándido como creer que José Antonio Kast “pisó el palito” al asomarse a la elección desde el balcón de la crítica permanente al gobierno, o al desmarcarse tildando de inoportunos los compromisos de Chile Vamos en caso de ganar el rechazo.
Todas las anteriores son actitudes de los autodenominados patriotas para tener un rol en el plebiscito y, por sobre todo, para no quedar fuera de juego y a merced de Chile Vamos en caso que gane el rechazo. Cada vez que José Antonio Kast dispara contra el gobierno, aunque no se meta directamente con el plebiscito, está incidiendo en el plebiscito al revivir la lógica de la reciente segunda vuelta presidencial. Y, posiblemente, mejorando intencionalmente la competitividad del apruebo.
Es que Kast y los republicanos sí tienen agenda en esta elección, y no es la misma que la de Chile Vamos. Visto así, si finalmente gana el rechazo con cierta holgura, el mundo de Kast ya huele que las subjetividades de la población no estarán con la polarización que más los favorece, con el todo o nada, sino más en sintonía con el camino de cambios y reformas que ha ofrecido Chile Vamos.
En ese olfateo republicano, de seguro estarán considerando que un resultado estrecho, incluso en favor del apruebo, puede ser un bocado más sabroso para la instalación de un cóctel álgido de polarización y división política en el país. Un cuadro propicio, donde serían ellos, antes que Chile Vamos, quienes podrían liderar la oposición acicateando un enfrentamiento frontal contra el gobierno y su incapacidad de materializar concretamente la oferta constitucional como idea fuerza de su campaña presidencial. En este mismo ambiente de polarización, no sería raro ver también un cuestionamiento a la legitimidad social alcanzada por una nueva constitución aprobada por escaso margen como plataforma de la campaña republicana.
Visto así, todos quieren tener velas en el entierro -o no- de la Constitución. Y las velas no son todas iguales ni en el mundo del apruebo ni en el del rechazo. La pregunta entonces es quienes lograrán domar de mejor manera sus pulsiones internas por quedar mejor parados tras el plebiscito. Mi apuesta, basada sólo en la historia, es que, más allá del resultado, será en la derecha donde veremos un mayor canibalismo.
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