Julio 17, 2022

Cancillería: tiempo de corregir el rumbo. Por Paz Zárate

Ex-Ante

En cuatro meses de gobierno, se han cometido errores importantes en la política exterior chilena: nombramientos inadecuados – como designar un subsecretario cuya trayectoria está atravesada por la creencia que el libre comercio es un arma del imperialismo-, y declaraciones desafortunadas del presidente en relación a Estados Unidos, entre otros desaciertos. Es momento de dar un giro, hacia la moderación, el consenso y el expertise.


Hubo un tiempo en que las encuestas ciudadanas mostraban frecuentemente a Cancillería entre los ministerios mejor evaluados, y a quienes detentaban esa cartera como el integrante con mejor nota del gabinete.

Con la administración Piñera II esto cambió. Comenzó un declive ministerial marcado por un vacuo autobombo vía redes sociales y por decisiones que hasta el propio sector reconoció más tarde como erróneas: intentar nombrar al hermano del Presidente como Embajador en Buenos Aires y distribuir un alto número de embajadas, agregadurías y puestos técnicos del ministerio entre personas sin background en relaciones internacionales fuera de ser miembro del círculo de amistades del Presidente o Canciller de turno, o bien políticos de carrera fracasada o en el ocaso (esto último, profundización de una tradición que venía de antes).

A eso hay que sumarle el retiro nacional, a último minuto, del Pacto Global sobre Migraciones; la exclusión del Pacto de Escazú, iniciativa multilateral ambiental que el mismo país había ayudado a gestar; el desaparecimiento del Canciller para comenzar de facto a ejercer funciones como cabeza de un organismo internacional con sede en España antes de concluir su labor en el gobierno. La justificación ante la ciudadanía de todas estas decisiones sobre la base de argumentos lejanos de estándares técnicos y éticos aceptables; y finalmente, durante la pandemia, el rol de algunos embajadores de origen político en lamentables episodios de administración de recursos humanos.

Todo esto minó sustancialmente el prestigio de la cartera y sus titulares, por más que los subsecretarios salvaran positivamente en la evaluación.

Lo lógico para el gobierno venidero era, entonces, la recuperación de la calidad y dignidad en el trabajo diplomático y el respeto por el profesionalismo y la especialización en relaciones internacionales, reforzando grandes líneas de política de Estado que han caracterizado la política exterior de Chile.

Aquí, las promesas al gremio diplomático fueron hechas por el candidato Boric en un conversatorio disponible en youtube, donde señaló “no naturalicemos el pitutismo, el amiguismo político que muchas veces se genera… las embajadas no pueden ser un premio de consuelo”. Agregó también, respecto a las negociaciones que en ese momento (octubre 2021) estaban en curso con la UE sobre modernización del acuerdo con el bloque, que “el resultado de éstas por supuesto que va a ser respetado en nuestro futuro gobierno”.

La campaña presidencial aportó además otra clarificación de cometidos. Dada la crítica transversal que el primer programa de gobierno del candidato recibió en materia internacional, el segundo programa de gobierno, lanzado el 2 de noviembre, optó por una redacción moderada y excluyó las propuestas de revisión general de tratados comerciales e incorporación plena al moribundo Mercosur.

Cuatro meses han pasado desde el inicio del gobierno. Un tiempo suficiente para observar algunos movimientos que contrarían de modo importante la recuperación que este sector demandaba.

Lo primero son los nombramientos, clave para la recuperación del prestigio de la cartera. Se puso a cargo del comercio de Chile a un subsecretario cuya trayectoria está atravesada por la creencia que el libre comercio es un arma del imperialismo. Tal reputación afecta la credibilidad de quien debe encabezar una repartición que ha trabajado construyendo justamente aquello que el nombrado previamente ha denigrado.

Pues bien: con sólo dos meses en el cargo y poco margen para el error, el subsecretario comete uno garrafal al anunciar una “gran consulta ciudadana que legitime la nueva política comercial” de Chile, como si la que ha existido hasta hoy no fuese legítima.

La Canciller debió gastar su propio capital bajando el perfil del anuncio a una mera escucha online y no vinculante de actores relevantes.  Y dado que la política comercial es parte de la política económica del país, el Ministro de Hacienda también debió intervenir para indicar que desconocía la iniciativa anunciada por el jefe de la Subrei y reforzar la legitimidad democrática de los tratados ratificados por Chile.

La guerra que enfrenta hoy a las potencias subraya la necesidad de la diplomacia profesional para hacer frente a escenarios complejos. Sin embargo, entre nuestros embajadores, y junto a profesionales de alta calificación como el ex canciller Juan Gabriel Valdés en Estados Unidos, o la ex Secretaria General de Política Exterior Gloria Navarrete ante la Unión Europea, existen otros totalmente carentes de background en diplomacia.

Entre estos últimos están la dirigente sindical Bárbara Figueroa, en Argentina; el sociólogo y ex candidato a Senador, Sebastián Depolo, en Brasil; el joven abogado y ex compañero universitario del Presidente Boric, Javier Velasco, en Madrid; y la ex candidata a diputada y convencional y diseñadora de muebles, Susana Herrera, en Londres. En el área técnica, en tanto, la dirección del departamento jurídico de la Cancillería, donde trabajan decenas de abogados internacionalistas, es entregada a una jurista sin conocimiento de derecho internacional.

Se agregan dos situaciones. Primero, la del agregado cultural en Madrid, hijo de la Presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, a quien ella defiende de críticas recibidas alegando que se lo discrimina por ser hijo de ejecutado político. ¿Y cuáles son las críticas? Que el nombrado tiene nacionalidad española, incompatible con el cargo (deberá renunciar a la nacionalidad ex post); y que la agregaduría se desplaza a una ciudad donde el consulado no tiene infraestructura para recibirlo y que no es capital del país, donde reside con su familia desde hace 15 años (en vez de que fuera al revés, como hizo notar el cónsul en su memo a la Subsecretaria, haciendo ver razones geopolíticas).

El episodio concluyó con insólita sanción pública al cónsul -que no filtró el memo en cuestión- por reportar a su superior, es decir, lo normal en su trabajo. El segundo episodio, aún en curso, involucra a un embajador designado que ha sido objeto de acusaciones de maltrato a mujeres por parte de una ex funcionaria, circunstancia compleja para un gobierno que abraza una política exterior feminista.

En lo protocolar, tres penosos errores han sido protagonizados por el mismo Presidente Boric: culpar públicamente al Rey de España por el atraso en la ceremonia de cambio de mando; aludir a la ausencia de Estados Unidos en la iniciativa por los océanos promovida en la Cumbre de las Américas, ofendiendo a ese país y a su ex Canciller John Kerry, hoy representante presidencial para el clima, sentado a pocos metros y encarnación del historial del rol jugado por su país en temas marítimos junto a Chile. Y la insistencia del mismo Boric en subrayar al Presidente Biden su exigencia de ser “tratados como iguales”, cuando la relación Chile-Estados Unidos, desde el advenimiento de la democracia refleja no sólo trato igualitario sino privilegiado.

Finalmente, y más importante, la narrativa propia del primer programa internacional de Boric (por el cual la ciudadanía no votó) parece seguirse empujando a toda costa. La consulta sobre política comercial, fijada para comenzar en agosto, sigue en pie, no obstante el escándalo generado.

Las negociaciones con la Unión Europea, cuyo cierre bajo la administración anterior se hizo modo jurídicamente vinculante mediante intercambio de notas no se respetó como Boric prometió en campaña que se haría. Con el fin de “hacer política industrial” (cosa que la UE jamás ha impedido a Chile, según Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea), el gobierno ha reabierto lo que estaba cerrado.

Y el subsecretario (probablemente por falta de asesoría legal especializada) lo justificó en el Congreso indicando que el cierre había sido sólo “de palabra”, errando en un aspecto básico del derecho internacional: la formación del consentimiento. Chile recibió -en palabras de Borrell-  la mejor oferta nunca hecha por la UE a un país no europeo. Es Chile y no la UE quien se perjudica con el retraso. ¿Cuánto atraso, tensión y bochorno adicional admite la relación con nuestro primer inversionista extranjero, en contexto de guerra, además?

En cuanto a Estados Unidos, más allá de las palabras de buena crianza para pasar los malos ratos de la última Cumbre la relación no quedó en buen pie. La percepción que Chile está maltratando sus relaciones más importantes por un énfasis ideológico se está expandiendo, y algunas ventajas podrían desvanecerse, como el programa Visa Waiver (somos el único país latinoamericano parte), y las 1800 visas H1B1 garantizadas para que nacionales trabajen en Estados Unidos (somos el único país en el mundo junto a Singapur en tener este beneficio).

Cierra este collage de preocupaciones el CP TPP (ex TPP-11), cuyas ventajas han subrayado al gobierno chileno Canadá, Nueva Zelanda, Reino Unido, Japón, entre otros países con los cuales mantenemos importantes relaciones, destacando su compatibilidad con los más altos estándares en materia de derechos humanos, del medio ambiente y de los pueblos originarios, además de la equidad de género.

En estos cuatro años desde su entrada en vigor -en que hemos demorado la ratificación-, las exportaciones chilenas al bloque cayeron 36%, al mismo tiempo que el Pacífico ha aumentado su importancia estratégica y geopolítica. ¿Cuánto más atrás queremos quedarnos?

Por cierto, en cuatro meses también ha habido avances (como el regreso a Escazú), pero los errores aquí listados son más numerosos, y los riesgos son cruciales.  Es momento de dar un giro, también en política exterior, hacia la moderación, el consenso y el expertise, que la opinión pública -según indican los sondeos- valora.

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