A días de cerrarse el debate constitucional parece oportuno proyectar escenarios frente al plebiscito de salida. Hasta la fecha, las encuestas han evidenciado una tendencia a la baja en el apruebo, un aumento sostenido en el rechazo y una gran cantidad de indecisos.
Es aún muy pronto para hablar de encuestas propiamente electorales, pero sí son tendencias que reflejan el clima de opinión imperante. Desde el inicio de la Convención, la atención de la opinión pública ha estado más puesta en la dinámica de este organismo y en el actuar adversarial y performático de algunos de sus convencionales que en los contenidos en discusión.
Y el juicio a las formas por parte de la población ha sido tajantemente crítico reflejándose en desafección, y desconfianza ciudadana hacia el órgano constituyente. De hecho, una reciente encuesta de Cadem muestra que la principal razón que predispone al rechazo es la desconfianza en los constituyentes (55%).
Pese a la evidente alza del rechazo en las encuestas, la encuesta Criteria publicada el mes pasado, explicita una curiosa convicción de la población en cuanto a que la opción triunfadora en el plebiscito de salida será el apruebo. Aun cuando la encuesta muestra más disposición a rechazar que a aprobar -8 puntos porcentuales de diferencia en favor del rechazo-, una mayoría de los encuestados cree que finalmente ganará el apruebo.
De la misma forma, la Criteria evidencia un convencimiento mayoritario, particularmente marcado entre los indecisos, en cuanto a que la aprobación de la propuesta constitucional emanada de la Convención entregaría mayores garantías sociales a las personas por parte del Estado y que sería una mejor solución para los problemas que enfrenta el país.
Esta situación, aparentemente contradictoria, nos permite entrever que los sondeos de opinión pública están mostrando ante todo una disposición crítica frente al curso de la Convención Constitucional, sus polémicas, y el efecto nocivo que éstas han tenido sobre la opinión pública en un escenario de alta incertidumbre política, social y económica.
En este contexto, con el fin de la deliberación, la salida de los constituyentes de la primera línea (¿querrán salir?) y el inicio de la campaña, el interés de los estrategas del apruebo será girar la conversación desde el proceso al resultado, de la forma al fondo y sobreponer el foco en los contenidos con valor ciudadano por sobre las figuras que estuvieron a cargo de su gestación de manera de producir un punto de inflexión en favor del apruebo.
Al mismo tiempo, es razonable pensar que, en adelante, algunos de los actuales rechazadores pondrán menos énfasis en el desplante de la Convención y más en los derechos sociales ofertados por el nuevo texto. Lo mismo con los indecisos que hoy ven en el apruebo, mejores resultados para Chile y eventualmente podrían inclinarse en un mayor número por esta opción. La campaña del apruebo y su épica transformadora, centrada en los derechos y articulada en torno a la esperanza, es posible que permita integrar estos grupos más desconfiados.
Un último punto que no deja de importar de cara a lo que viene es la articulación política que se configurará cuando se estrechen los tiempos para el ejercicio democrático y comiencen los llamados a la tribu y las emocionalidades propias de los periodos de campaña. Si bien habrá más de una sorpresa, lo más probable es que terminemos en una dinámica más tradicional de la política chilena, con la alineación de una izquierda amplia detrás de una causa común por el apruebo, versus una derecha aglutinada tras el rechazo.
Ambos sectores inevitablemente convocarán referentes confiables para la ciudadanía que actuarán como intermediarios de este último tramo del proceso constituyente para conseguir votos en torno a sus preferencias. Ya desde la izquierda la expresidenta Michelle Bachelet manifestó que el proyecto de nueva constitución “tiene un montón de cosas positivas”.
Con todo, el escenario proyectado no tiene viso alguno de terminar siendo “la casa de todos”, ni de articular una amplia mayoría en favor de una u otra opción. Todo lo contrario. Será un escenario que dividirá fuertemente al país dibujando un nuevo ordenamiento político y social, tal como sucedió luego del plebiscito del SÍ o el NO en 1988.
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